Los últimos ataques violentos en contra de policías de un distrito de Guayaquil merecen no solo la preocupación y repudio de la sociedad que a diario clama por seguridad en una ciudad que integra el top 10 de las urbes más violentas del mundo, también respuestas claras de la cúpula de la institución del orden público.

Que en menos de 15 días cuatro agentes hayan sido acribillados y junto a sus cuerpos criminales dejen panfletos con similares advertencias hacia el mismo grupo de uniformados es muy preocupante, más allá de las coincidencias que afloran en cada uno de los atentados.

Es necesario indagar más allá de los crímenes, porque no son hechos aislados. Las amenazas hacen referencia de supuestos actos que van en contra de la conducta de los uniformados y por eso la presunta venganza.

La Policía Nacional está en la obligación de ejecutar un trabajo minucioso al interior de sus filas para identificar a los integrantes que en el camino han torcido sus principios y su compromiso por servir y proteger a la ciudadanía ha sido contaminado por organizaciones narcodelictivas.

Que sea el inicio de este nuevo Gobierno la inspiración para fortalecer de una vez por todas la institución, extirpar todo mal que exista adentro y reconstruir la confianza con la comunidad.