La naturaleza vuelve a mostrar una vez más la fragilidad de nuestras carreteras y la falta de previsión en casos de emergencia. En algunos casos se ha producido el cierre total del paso, interrumpiendo la comunicación y afectando gravemente las actividades económicas de muchos poblados pequeños que viven de sacar sus producciones agrícolas o ganaderas (leche, queso), y hasta de poblaciones que viven del turismo, como Baños, donde muchos viajeros se quedaron bloqueados, al no poder salir por los daños en las carreteras.

El sistema vial del Ecuador está colapsado. En medio de tanto desastre, vuelve al escenario la necesidad de mirar hacia las concesiones viales para poder reconstruir las carreteras, tal como lo hizo Guayas hace ya más de 20 años.

Es un proceso que seguramente encontrará sus detractores, pues cuando se toca el bolsillo de las personas, en este caso de los usuarios del sistema vial, siempre salen aquellos que quieren pescar a río revuelto para hacer de estos reclamos una plataforma política que los haga ver como defensores del bienestar económico de la gente. Ya basta de politiquerías y de ver solo aquello que dé réditos electorales. Hay que reconstruir las carreteras del país, algo muy necesario para impulsar la recuperación económica de muchas poblaciones abandonadas.