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Victoriano, sus hijos y su esposa tienen un comedor en la avenida José Velasco Ibarra, en el sector de Bellavista, al norte de Guayaquil.Amelia Andrade / EXTRA

¡Zarumeño es un marinero de agua y tierra!

Victoriano Fernández, ciudadano orense, durante décadas preparó la comida a tripulaciones. Luego tuvo comedores en Montañita, ahora en Guayaquil.

Hace 25 años Victoriano Fernández Valarezo estuvo por última vez en la cocina de un barco pesquero preparando ‘jama’ para la tripulación. Esta faceta quedó en el pasado, pero en tierra firme sigue deleitando comensales, con su ‘chispa’ de amiguero y bonachón.

El ‘océano’ de anécdotas de este zarumeño, de 70 años, genera risas. Siempre sale con una ocurrencia, como cuando dice que es ‘mongo’, porque ya es un ‘mono’ de Guayaquil -donde vive por más de 40 años-, pero también ‘longo’ por haber residido un tiempo en Ambato.

La fascinación por la cocina le vino de ‘peladito’. A los 4 años migró con su familia de Zaruma al Puerto Principal y a los 8 ya cogía ostiones en el estero Salado, que luego curtía con limón y vendía por vasos.

A los 12 iba a los peloteos a ofrecer raspados; a los 15, fritada con su madre, quien tenía una sazón de ‘rechupete’. Él aprendió los tips gastronómicos.

Actualmente, tiene un comedor junto a una tienda en la avenida José Velasco Ibarra, por la ciudadela Bellavista, en el norte de la urbe porteña. Allí trabaja con sus hijos y esposa.

En el negocio predominan aromas como el característico del seco de pollo, el maní de la guatita, o el del verde cocinado cuando preparan tigrillos.

Victoriano estira los párpados y pone ojos saltones cuando habla sobre su último plato. Aclara que su receta es la auténtica de la ciudad orense, y no preparaciones ‘cohetes’ con leche entre los ingredientes.

El zarumeño elabora jabones y ungüentos hechos a base de cannabis, además de chocolates.Amelia Andrade / EXTRA

MULTIFACÉTICO

En cuestión de oficios, el septuagenario tiene hartos en su lista de ‘camellos’. Por ejemplo, estudió un tiempo ingeniería industrial. Antes de estar en la cocina en los barcos trabajó en cubierta. A finales de la década del 90 aprendió de carnes y asados con amigos uruguayos. Además, elabora productos de cuidado corporal.

En una repisa de su restaurante muestra sus creaciones. Tiene ungüentos, cremas y jabones que están hechos con cannabis y plantas medicinales.

“Si quiere tener un cabello brillante, como el mío, debe usar el jaboncito”, recomienda Victoriano, a la vez que extiende con los dedos su melena blanca, que junto con su bigote y barba le dan un aspecto similar al famoso guitarrista mexicano Carlos Santana.

Botellas de canelazo y agua de Jamaica se entremezclan con chocolates artesanales que también produce. Tiene de todo.

UN TROTAMUNDOS

El jovial exmarinero acumula historias en sus años a bordo. Para empezar, aprendió los secretos de la cocina en una embarcación extranjera. Curiosamente, el ‘duro’ de las ollas era un guayaquileño, quien le enseñó todo y después le dejó el puesto al irse a otra nave.

Aprendió a hablar lo básico del inglés por sus charlas entre compañeros ‘gringos’. Y vivió 13 años en Samoa, país de la Polinesia. Incluso fue padrino de bodas de un aldeano.

El padre de familia, de 2007 a 2010, decidió ir a probar suerte a Montañita. Allá popularizó el tigrillo entre surfistas y muchachos con chuchaqui. Años antes estuvo en Ambato. Ahí aprendió a hacer bombones.

En una ocasión en que fue a navegar, extrañamente, siempre le salían 13 raciones de alimentos, como si fuera un signo de mala suerte, cuenta. Pero, afortunadamente, nunca pasó nada.

En sus viajes de pesca conoció diferentes países. Tiene un álbum con esas fotos, que al verlas le sacan una sonrisa del alma y una ligera nostalgia por su ‘mar’ de vivencias.