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Opinión

Editorial: Sociedad enferma y tramposa

El mundo es testigo de la desmoralización del ser humano. La sociedad naufraga en una piscina donde no hay principios éticos ni valores morales. Desde gente adinerada hasta los más necesitados, todos, en el mismo saco.

Hace pocos días, en las calles del sur de Guayaquil, fue descubierto un hombre que explotaba laboralmente a uno de sus nietos, a quien lo acostaba en una vereda, con un suero ‘trucho’ y vendajes, fingiendo una grave enfermedad, para pedir dinero. El fraude, la trampa, inyectada por los propios familiares a los más pequeños, es el caldo de cultivo para la formación del virus del crimen en los hogares.

La desintegración y los conflictos familiares; la situación económica; deserción escolar; desobediencia; drogadicción, entre otros tantos factores, han acabado con las conductas que deben tener su base en el hogar.

Y no hay espejo en el cual mirarse, pues la corrupción brota por los poros de funcionarios públicos, políticos y demás supuestos líderes.

Hay que insistir en la raíz para anular los antivalores. Trabajar desde abajo en la educación de los niños para que se nutran de herramientas y aprendan a combatir la deshonestidad.