Es hora de cambiar el foco de la discusión. En Ecuador, el debate público a menudo se enreda en temas irrelevantes que desgastan y no conducen a nada. Filtrar lo trascendente de lo accesorio debería ser un ejercicio cotidiano para priorizar lo que realmente importa.

Entre las distracciones recurrentes está la polémica sobre si un medio de comunicación ha sido comprado (en el sentido literal del término) o si mantiene afinidad con una corriente política. Ambas situaciones son legítimas y forman parte del derecho de cada medio a definir su línea editorial. Lo esencial no es quién financia qué, sino que los ciudadanos tengan la libertad de elegir qué leer, ver y escuchar.

Esa libertad de información es un derecho que debemos valorar y defender. No solo se trata de consumir medios afines a nuestra visión del mundo, sino también de escuchar voces distintas que amplíen nuestra perspectiva y fortalezcan nuestro pensamiento crítico.

Lo verdaderamente importante es proteger ese derecho de aquellos que pretenden legislar para controlar los medios y uniformar el discurso público. Importa conocer las propuestas de los candidatos sobre salud, educación y economía, en lugar de distraernos con escaramuzas políticas estériles.