La descontrolada violencia, el déficit fiscal, el elevado desempleo, las pobres proyecciones de crecimiento, los deficientes sistemas de salud y educación, la penetración del narcotráfico y la ya cercana llegada de El Niño conforman un escenario muy difícil. 

La situación amerita la participación activa de todos los políticos, incluyendo a quienes durante las dos últimas campañas (la de elección de autoridades seccionales y la de asambleístas y primera vuelta presidencial) proclamaron que sabían qué hacer para rescatar al Ecuador. Hoy han desaparecido, están callados. 

Pareciera que no tienen arrestos para opinar sobre la crisis de inseguridad o sobre los ataques a la institucionalidad. Quizá como no fueron elegidos cesó su preocupación, lo que habla de que probablemente a muchos solo les interesó llegar a la lid electoral para darse a conocer, cobrar al CNE lo correspondiente a la campaña y cumplir una agenda en beneficio propio.

El país merece una catarsis real. Una depuración de su clase política y de sus instituciones, que solo se logrará implementando cambios en el marco legal vigente para exigir que nuevas figuras, responsables, alejadas de la corrupción, capacitadas, de trayectoria inobjetable y con verdadero sentido patriótico y deseo de servir sean las únicas que puedan postularse para ser funcionarios del Estado.