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Opinión

Editorial: Recetas obsoletas

Guayaquil dejó de vibrar. Su gente ya no expresa alegría en las calles. Prefieren guardarse en casa bajo 10 llaves y trancarle un mueble a la puerta para que los delincuentes no ingresen. La Perla está secuestrada por el terror que imponen las organizaciones criminales. Está indefensa.

La responsabilidad del estrés de sus habitantes por la violencia no solo recae en el actual Gobierno, sino en todos los anteriores, que no advirtieron el monstruo que crecía silenciosamente, debido a todas las brechas sociales, tierra fértil para el crimen en cualquier lugar de Latinoamérica. Carencias e insatisfacciones, como la falta de trabajo, educación o salud, son aprovechadas por los criminales, mientras aquí se sigue atacando lo superficial con recetas obsoletas.

¿Qué ha perdido Guayaquil por la violencia?

“Dejamos de confiar en los demás. La gente hoy sale con lo justo de dinero y se limita en actividades. Ya no voy a fiestas, cine, no cojo taxi”.

“No tenemos tranquilidad. Antes salíamos a comer con la familia, ya no, y menos en la noche, por el miedo a que nos roben o nos maten”.