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Opinión

Editorial: La dignidad de la policía, al debate

Lo mínimo que se puede esperar de  un país seguro es contar con policías capacitados y en óptimas condiciones. Pero en Ecuador eso es un sueño que difícilmente se sepa cuándo se hará realidad.

El índice de violencia que nos asfixia es un reflejo o una consecuencia más de cómo son nuestros agentes: seres humanos fácilmente censurados por no servir de escudo cuando más se los necesita, pero que, a su vez, son los que menos atención reciben por parte de las autoridades. Es inconcebible que en pleno estado de excepción por la ola delictiva, los policías tengan que dormir en aulas de clases mal adecuadas, o lo que es peor, y como ya ha sido denunciado, que no cuenten con los insumos necesarios para repeler a las grandes bandas criminales, mejor equipadas y por eso más ‘eficientes’ que ellos.

Se habla mucho de la necesidad de recuperar la institucionalidad policial, de rescatar el respeto y admiración que se ha ido perdiendo por un accionar cada vez menos eficaz; sin embargo, el trabajo debería empezar por la parte humana. No podemos tener seguridad sin una Policía digna. En el próximo debate presidencial el tema debe ser abordado y los candidatos tienen la obligación de ahondar en los planes para revertir estas carencias. Bien por las ideas disruptivas sobre seguridad, como la de cárceles flotantes, pero habría que comenzar atacando el núcleo del problema. No se puede dar un mal trato a nuestros agentes y exigirles alta efectividad.