Una sociedad idiotizada por mensajes sin verificación, videos cortos sin reflexión, fotos superficiales, montajes y chismes, se aleja cada vez más de la auténtica información. Esa ‘fauna’ tóxica que circula en las diversas plataformas digitales, amparadas en el ‘clickbait’ (ciberanzuelo), tiene poder para desinformar, tanto que ha calado hasta el punto de constituir un desafío para la cohesión social y política.

La desinformación no es algo reciente. Dominar el relato, incitar prejuicios y ofender a quienes no piensan igual que un grupo determinado de personas ha formado parte de los objetivos de la comunicación desde tiempos inmemoriales. Lo que marca la diferencia actualmente es el desarrollo tecnológico y, por supuesto, la rápida viralización de una mentira camuflada de verdad.

El periodismo es un servicio a la sociedad y los ciudadanos requieren de información diversa, verificada, contrastada y precisa para conocer y entender el sistema en el que se desenvuelven.

La incansable tarea de los medios de comunicación radica en informar con responsabilidad, apoyado en cifras, estudios y diversas versiones para nutrir de elementos de análisis a los usuarios. Solo así se combatirá esa ‘pandemia’ de contenidos vacíos que no aporta a construir una sociedad más crítica y comprometida.