La ola de violencia criminal que asfixia a Ecuador no se la enfrenta solo con una bien equipada Policía Nacional, con renovados equipos de inteligencia o con la extirpación de esa manada de corruptos que todavía merodea diversas áreas importantes del Estado. Hace falta un país más unido y menos alcahuetes con intereses oscuros.

El crimen y la violencia no solo son un lastre fiscal que quita recursos para otras necesidades sociales como la educación y la salud; socava el Estado de derecho. Por eso, jalar para el lado contrario y crear desestabilización, cuando existe un enemigo que no solo ataca a nuestras fuerzas del orden, sino que también amenaza la vida de inocentes con actos terroristas, debe ser rechazado por todos los ecuatorianos.

Que el pueblo no olvide quienes, desde la comodidad de sus privilegios, intentan echar más gasolina a la crisis de inseguridad, rasgándose las vestiduras al grito de querer lo mejor para el país, cuando lo que buscan es obtener réditos políticos.

Es momento de luchar en defensa de la patria. Claro que la mayor parte recae sobre el Gobierno, pero este la tendrá más difícil si los ‘contreras’ siguen ‘jorobando’.