Ecuador nunca va a tener una clase política que cure los males del país mientras la carrera electoral sea un negocio opaco como el que es. Si a las organizaciones políticas les alcanza el presupuesto para ‘alquilar’ candidatos a fondo perdido, es porque algo obtienen de vuelta.

Las banderas que carecen de la más mínima posibilidad de obtener ni una concejalía pueden pagar miles de dólares por hacer candidato a alguien que no sabe de política, pero ya tiene un nombre conocido. Esa fórmula, independientemente de si luego consiguen o no la plaza, les funciona. Les sirve para cuadrar sus cuentas. Lo que conduce directamente al motivo por el que ‘invierten’ en participar en política.

Cualquier autoridad de control debería preguntarse cómo recuperan después lo gastado en presentar candidatos sin importar si ganan o pierden. Deberían averiguar dónde está el retorno a semejante maniobra. O la política conlleva un negocio por debajo de la mesa o la política sirve para hacer circular dinero cuyo origen no se puede justificar. O ambas. Y en el medio, los ilusos ciudadanos, que creen que alguna de esas pomposas candidaturas está realmente pensada para representar al pueblo.