Se quejan porque todo está caro, que el dinero no alcanza y por eso salen a las calles a protestar. Es de imaginarse, entonces, lo difícil que será para esos cientos de personas que han hecho de Quito su base para los reclamos y a la vez la han destruido y saqueado bienes de personas que, al igual que ellos, sufren para conseguir el pan de cada día.

Incomprensible es, entonces, que esos mismos que reclaman justicia y precios bajos sean indolentes con el pueblo que dicen defender. Indolentes, vandálicos y terroristas, sí. Porque prohíben el paso de alimentos a las ciudades; porque destruyen y aplastan en las calles las legumbres y frutas que muchos necesitan; porque botan miles de litros de leche que pueden alimentar a miles de niños.

¡Y así dicen defender al país!