En menor escala, pero Quito empieza a sentir los ‘síntomas’ de las organizaciones criminales. Y la ‘fiebre’ de este mal se ha elevado en los últimos días, cuyo epicentro ha sido la cárcel de El Inca.

Los disturbios desatados por el traslado a otro reclusorio de uno de los cabecillas de una banda, el pasado viernes, dejó 10 muertos. La receta criminal fue la misma aplicada en la Penitenciaría del Litoral de Guayaquil, o en las cárceles de Latacunga, Cuenca y Santo Domingo, desde 2021.

Los vecinos de El Inca, en el norte, ya buscan la forma de salir para siempre de sus hogares ante el aumento de enfrentamientos entre reos. Nadie merece vivir a merced de los disparos y detonaciones de explosivos. Urge reforzar controles dentro de dicho centro para que no se convierta en una bomba de tiempo en el corazón de un sector residencial de Quito.