El crecimiento desordenado, sin planificación, sigue siendo característico de las urbes ecuatorianas, con escasas excepciones. Extensas zonas se desarrollan con numerosos proyectos habitacionales y comerciales, sin que se construyan rutas de acceso amplias, con calles y avenidas secundarias y transversales, suficientes para permitir la cómoda circulación de vehículos, incluso a largo plazo, previendo que se convertirán en vías muy transitadas. Además de la vialidad, se debe tomar en consideración la sostenibilidad. No puede ser que por codicia de los constructores y negligencia de las autoridades, las ciudades se sigan expandiendo horizontalmente, en lugar de crecer hacia arriba.

Los municipios, ante esta expansión desmesurada, no estarán en capacidad de brindar servicios públicos eficientes, como recolección de basura, alcantarillado, agua potable. Se debe regular con urgencia en función de ordenanzas y límites urbanos para detener la dispersión urbana y recuperar los barrios deprimidos para repoblarlos. Además, optimizar los servicios básicos, como en Cuenca, donde hay un sistema de alcantarillado para aguas negras y grises.

En Guayaquil, ni las ciudadelas de clase económica alta cuentan con doble alcantarillado, mientras que en Samborondón, zona de muy alta plusvalía, algunas urbanizaciones aún se manejan con pozos sépticos.