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Buena Vida
Ismael Cala: “De niño sufrí y me sentí feo”
El periodista y conferencista cubano visitó Guayaquil para brindar un mensaje a los emprendedores y empresarios ecuatorianos.
Como conferencista, Ismael Cala inspira. Su serie de libros de autoayuda fue lo que lo consolidó como uno de los mejores ‘speakers’ motivacionales a nivel mundial.
La semana pasada visitó Guayaquil para dejar un mensaje a los emprendedores y empresarios ecuatorianos, quienes atraviesan una serie de adversidades, en medio de la inseguridad. El periodista cubano dictó tres conferencias dentro del evento ‘Marca con propósito’, que organizó el quiropráctico José Alberto Hidalgo. En dicho acto, varias empresas recibieron reconocimientos. Gráficos Nacionales, editora de los diarios EXTRA y EXPRESO, fue uno de los galardonados por apoyar a los emprendedores.
El comunicador de 54 años se hizo sentir desde su salida. Apareció entre juego de luces y efectos de sonido, saludó con apretones de mano y besos a quienes se cruzaron en su camino. Luego de hacer bailar y reír a los asistentes, se tomó un ‘break’ para conversar con este suplemento. Reveló públicamente que desde que salió de CNN, su celular ya no suena como antes, en señal de que la gente prefiere al periodista mientras está vigente. Más revelaciones como estas nos concedió en la entrevista privada.
Su equipo de trabajo cuida mucho su imagen y estuvo pendiente de los detalles. Su mánager es quien ya domina su cabellera. Lo peina con un ligero copete.
En su décima venida a Ecuador (la primera fue en 2010), estuvo por dos horas en Guayaquil. Recorrió el centro, el parque de las iguanas y posteriormente se embarcó en un vuelo para conocer Santa Cruz, en Galápagos.
¿Qué resaltas de Guayaquil?
Guayaquil está conectada con mi historia como conferencista. Tuve una invitación de la ingeniera Joyce de Ginatta, quien organizó un evento para 1.200 jóvenes para hablar de la dolarización, de esta manera los incentivó a tener una educación económica. Ahí Joyce me dijo: “Te diste cuenta del impacto que causaste en estos chicos, ellos no te conocen porque no ven CNN”. Y cuando terminó la charla ellos se me lanzaron para pedirme una foto. Entonces, recuerdo que ella me comentó: “Tienes que hacer esto, no te quedes solo en una pantalla, tienes la facilidad de inspirar a mucha gente”. Por eso yo estoy agradecido con Guayaquil, aquí fueron mis inicios. He estado en Quito, Machala, Cuenca...
¿Qué te hace volver?
La comida es excelente. A mí me gusta comer bien. No como cosas raras (diversidad de carnes), me encanta el ceviche y los frijoles de ustedes.
¿Valió la pena dejar el periodismo por ser conferencista motivacional?
¡Fue una decisión válida! Mi teléfono dejó de sonar, ya no llaman esas personas que solo lo hacían por un interés profesional. Pero adaptarme a eso me costó un poquito, sentí que ya no era importante. Fue un proceso de liberación personal y también de entendimiento de que voy hacia otra cosa. Extraño las entrevistas, extraño las conversaciones. Mi propuesta en el canal fue que me dejen una vez a la semana, no quería irme del todo, pero CNN decidió que si no estaba de lunes a viernes, no les interesaba mantenerme una vez a la semana y yo acaté la decisión. En ese momento yo estaba saturado, quería recuperarme un poco, pero no sucedió. Y valió la pena. Mira dónde está Ismael ahora. Tengo un equipo fortificado, crecimos en siete años, tenemos varias empresas.
En calidad de periodista recibiste varios reconocimientos, ¿dónde están?
Todos están en el Cala Center, en mi biblioteca y en oficinas. Pero el detalle más especial que tengo son los tirantes que me regaló Larry King, es un recuerdo muy especial. Yo le debo mucho de mi éxito a la disciplina de escuchar sus consejos sabios. Tuve tres largas conversaciones con él.
People en español te reconoció dentro del grupo de los más bellos...
Imagínate, estuve dentro de los 50 más bellos y la verdad es que cuando me llamaron grite “Biiingo, me vengué de todos los energúmenos que me decían que era feo, de los que me llamaban elefante o me decían Dumbo”. Para mí fue una dulce revancha, te soy honesto. De niño sufrí y me sentí feo. Era un flaquito con una barriguita que parecía que me había comido un barril de lombrices. No te lo cuento en broma, todo es real. Mi físico ha ido armonizándose con el tiempo.
Todas las personas tienen opiniones y puntos de vista, ¿pero por qué plasmar las tuyas en varios libros?
Creo que todos deberíamos escribir, (realizar) el ejercicio de escritura libre e incluso la automática, esa que bauticé como ‘el vómito de la mañana’, que es escribir lo que venga a tu mente, sin censurar nada. No importa si es incoherente, pero cuando escribes te conoces más. No todos seremos Paulo Coelho ni Neruda, pero eso no nos quita el crédito de que todos tenemos la posibilidad de escribir nuestras memorias como filosofía de vida.
En el ‘Secreto del bambú’ invitas a explorar el futuro sin dejar de estar presentes en el momento que vivimos. Como que suena algo contrapuesto al eslogan del momento, “un día a la vez”.
En realidad es un día a la vez, porque el único tiempo real para tomar decisiones es el hoy, y cuando uno empieza a irse demasiado al pasado empieza a nacer un mundo de lamentaciones. Tampoco hay que vivir de glorias pasadas, eso es vivir en los laureles. Lo que pasó, pasó, como dice Daddy Yankee. El futuro es un tiempo que a mí me gusta mucho, te permite visualizar tu poderosa máquina, te hace crear.
Tuviste una niñez complicada. Tu abuelo y tu tía se suicidaron y tu papá lo intentó. ¿Cuál fue la clave para convertirte en un referente de inspiración?
No he utilizado psicólogos, he tenido que salir adelante con mis propias lecturas. Yo defiendo ese famoso género vapuleado que es la autoayuda. A mí me tocó ayudarme. El libro es la más barata de las inversiones y la que mayor retorno de inversión da para el crecimiento de una persona.
Hablando de autoayuda, ¿qué le dices a los emprendedores ecuatorianos que viven en medio de la extorsión?
Esa misma pregunta la hice yo en medio de una cena, después de leer un titular. Lo único que puedo decirles es que hay que llenarse de una fuerza electromagnética muy positiva para que el terror no les haga caer en desánimo. Si caemos es la psicosis colectiva entramos en parálisis y en una desesperanza total y tiramos la toalla.
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