Los vestigios del fuego aún quedaban en el sitio del suceso. Las cenizas sobre la tierra y el hollín que cubría la maleza, en la ladera de un cerro, exponían el lugar en el que una mujer -sin vestimenta- había sido abandonada y quemada el 18 de marzo de 2024, en la antigua vía a Papallacta, a unos cien metros del kilómetro 11 de la nueva carretera, en la parroquia Pifo, en las afueras de Quito.

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La tarde del miércoles 20 de marzo, los agentes todavía realizaban pericias en la zona, según contaron la mañana del jueves 21 algunos lugareños, quienes sienten temor por lo ocurrido, porque no es la primera vez que se registra una escena macabra en el sector. 

El 19 de octubre de 2023, en el kilómetro 8 de la vía principal, en un riachuelo, fue abandonado el cuerpo desmembrado de un hombre. En esa ocasión, la víctima fue identificada como Ramiro Lozano, de 27 años. Era oriundo de Cotacachi, provincia de Imbabura, y sus familiares desconocían el motivo del asesinato.

Esta vez, ni siquiera los nombres de la mujer fallecida se conocían, porque en el lugar del hallazgo no hubo elementos que permitieran identificarla, según ha informado el jefe del distrito de Policía de Tumbaco, Christian Proaño. Según el oficial, el sitio donde fue abandonada la fémina sería una escena secundaria, porque el crimen se habría cometido en otro lugar.

El jefe policial ha señalado que el caso aún se encuentra en investigación y que son varias hipótesis las que se han trazado, pero serán los agentes de la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida (Dinased) quienes determinarán la causa. 

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Un residente, bajo reserva de su identidad, comentó que la víctima tenía algunas ataduras en pies, manos y rostro, además de un posible corte en el cuello. No obstante, el oficial Proaño precisó que eso se determinaría luego del análisis del cadáver, en el Laboratorio de Criminalística.

Kléber Carrión, exoficial de Inteligencia y fundador de la Unidad Antisecuestro y Extorsión (Unase), explica que el acto de quemar el cuerpo consiste en una “elevación de la violencia dentro de la criminalidad, con la finalidad de esconder indicios que posteriormente se van a transformar en evidencias”.

Para el experto, los criminales operan de esta manera para evitar ser vinculados con el hecho y, en ese caso, se refuerza esa teoría porque los asesinos buscaron una segunda escena para abandonar el cuerpo. Carrión concluye que, sin encontrar el lugar donde se cometió el crimen, podría complicarse resolver el caso.

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En una entrevista anterior, el coordinador del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO), Renato Rivera, explicó que la zona de Pifo, por su geografía y conexiones, sería una especie de atractivo para grupos criminales, sobre todo para almacenamiento y tráfico de armas y drogas.

Quienes habitan en la zona piden más controles policiales, pues aseguran que no serían suficientes. Incluso, la moradora Edita Guerra comenta que apenas observa un par de patrullajes al día. Con ella coincide María Masqui, quien agrega que las autoridades deberían también abastecer a las Unidades de Policía Comunitaria (UPC), porque han notado que se encontrarían sin los insumos necesarios para atender las emergencias, como combustible.

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