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Navidad: Las conmovedoras historias de superación de dos ciudadanos que ayudan al prójimo
Gipson Chóez y Cristóbal Escobar dejaron atrás situaciones difíciles y ahora buscan aconsejar y encaminar a jóvenes
El divorcio de sus padres y una lesión que acabó con su sueño de ser boxeador, ¡qué brava adolescencia para Cristóbal Escobar Mina! Se fue a vivir a las calles, anduvo en malos pasos y su futuro era poco alentador. Sin embargo, su salida de Ecuador lo enrumbó a escalar de ese abismo y ahora ayuda a que ocurran más historias de progreso.
“Yo sé lo que es vivir en la calle, sé bien cómo se siente acostarte con el estómago vacío o tener que pedir dinero para poder comer algo”, dice con énfasis al recordar esos momentos.
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Por un breve tiempo volvió a casa de su madre. Y no aguantó mucho. Tenía 19 años, era rebelde y no quería ser controlado. Lo único que pensó para cambiar su preocupante realidad fue empezar de nuevo en otro lado. Y así partió a Perú.
El hombre trabajaba en lo que sea y se ganaba el pan honradamente. Conoció a una señora que vendía comida y le pidió que le venda pescado, pero para él mismo prepararlo al estilo ecuatoriano. A ella le impresionó tanto su sazón que lo contrató para la cocina.
Luego, un comensal le ofreció trabajar con madera y aceptó, pero siempre regresaba a comer donde su exjefa. Poco después su espíritu aventurero lo llevó también a Chile. En ese país trabajó en diversas cosas y le tocó vivir tres navidades. Le impresionaron algunas cosas de esa época. “Allá es más tranquilo, no hay camaretas reventando por todos lados porque es prohibido. Todos pasan en familia y los vecinos son muy unidos, se organizaban para recolectar donaciones y las iban a dejar a las personas de los barrios más necesitados”, cuenta.
Cuando iniciaba el cuarto año fuera volvió a Ecuador. Pero ya nada era igual. Tenía ahorros y un propósito: ayudar a los demás en lo que pudiera. Así nació el proyecto Trini Brisas, que luego se convirtió en asociación, pasó a ser fundación y ahora también es una clínica de rehabilitación para personas con adicciones.
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“La raíz de todos los males es la ambición al dinero ilegal y es la puerta al fracaso”, dice convencido. Una frase de su autoría y que le costó entender, pero que ahora se puede leer en una pared de la clínica y motiva a los 90 jóvenes que están en recuperación.
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“Es una gran alegría que también otros chicos en esta Navidad estén de nuevo con sus familias, ¡sí se puede!”, exclama.
- ¡Recuperados y en familia!
La Navidad de este 2023 será la quinta consecutiva en que Gipson Chóez Chiquito tiene el propósito de llevar regalos, alegría y un mensaje de superación a quienes lo necesitan. El joven, de 26 años, en estas festividades busca motivar a muchos para que adopten un cambio para bien fuera del mundo de las drogas. Una realidad oscura de la que él mismo salió. Por eso sabe lo difícil que resulta.
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Esta última semana de víspera de Nochebuena y Navidad ha sido agitada para el muchacho. Ha estado clasificando juguetes que entregará a niños de escasos recursos.
Mientras ordena, también va pensando qué les dirá a los pequeños y a los chicos de más edad a quienes, en cambio, les dará un plato de comida. Esas palabras son igual o más importantes que entregarles algo. Es radical en eso. “De qué vale que les diga ‘tome este regalo’, tomarnos una foto y ya. No tiene sentido”, recalca. Por eso se propone aconsejarlos.
Gipson se involucró en el consumo de drogas a los 18. Estaba recién graduado de colegio y las malas compañías influyeron para que eso pase.
En noviembre de 2018 decidió dejar atrás esa etapa. Se armó de ñeque y pidió ayuda a sus padres. Ellos lo trajeron a Guayaquil desde su natal Pedro Carbo y recibió atención médica. Además conoció a Patricio Matamoros, un ciudadano que ayuda a jóvenes con esa misma situación.
“Me acogieron en una casa con otros chicos y pasé esa Navidad de 2018 con ellos. Fue especial, nos dimos de regalo lo poco que teníamos”, recuerda emocionado.
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