Se dio lo que tanto temíamos. Los contagios de COVID-19 se están disparando después de las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Somos una sociedad necia. Atentamos contra nuestra propia vida y la de los nuestros.

Las autoridades de Salud nos advirtieron de lo que podía pasar con la presencia de la nueva variante ómicron en el país, muchísimo más contagiosa que las otras; que no debíamos bajar la guardia, que debíamos mantener el distanciamiento, el uso de mascarilla, entre otras medidas; pero nos dejamos llevar por la ‘fiebre’ de diciembre y nos metimos en aglomeraciones para comprar regalos, comida, trago y hasta para farrear. No nos importó nada.

Y las consecuencias son las que fueron anunciadas ayer por los principales responsables del Ministerio de Salud Pública: aumento semanal de 9.676 casos de COVID-19, en las provincias de Guayas, Pichincha, Manabí, Pastaza y Tungurahua.

¿Qué esperamos para madurar como seres humanos? Hasta cuándo tenemos que ver el dolor de nuestros hermanos llorando por sus familiares hospitalizados, repitiendo ese Apocalipsis que el mundo vivió en 2020.

Ya vendrán los feriados de carnaval y de Semana Santa y la historia se repetirá. Exigimos salud y atención de primera, pero somos incapaces de poner de nuestra parte y cuidar lo más preciado, la vida.