La capital de los ecuatorianos está acorralada por tragedias: incendios forestales y zonas inundadas por torrenciales lluvias dejan al descubierto, una vez más, los grandes problemas en materia de prevención de riesgos que aquejan a Quito. Los habitantes de la Carita de Dios han recibido golpe tras golpe en las últimas semanas, y la respuesta por parte de las autoridades sigue siendo lenta y poco eficiente.

Ante esta alarmante situación, la falta de un plan integral y efectivo para la gestión de riesgos se hace evidente. Las autoridades, lejos de proporcionar soluciones inmediatas, parecen desbordadas por la magnitud de las crisis, generando un sentimiento de impotencia y frustración entre los ciudadanos. Los habitantes de los sectores marginales, donde los accesos complicados dificultan la llegada de ayuda, insisten en reclamar una mayor atención y apoyo.

La ausencia de medidas preventivas adecuadas y la ineficiencia en la respuesta ante emergencias revelan no solo una falta de preparación, sino también una desconexión con las necesidades urgentes de la población. Quito, en su lucha contra las constantes adversidades, clama por una atención más ágil y comprometida que priorice la seguridad y el bienestar de sus habitantes ante cualquier eventualidad.

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