El Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) busca como sea la forma de salvar su economía, algo por demás necesario para la subsistencia del sistema de pensiones y la asistencia a los afiliados, jubilados e incluso de sus familiares en caso de emergencias médicas o hasta el fallecimiento del titular. En este punto, todos de acuerdo. Sin embargo, que ahora quieran que estos sigan aportando hasta cuando sus fuerzas no den más, es bastante cuestionable.

Basan su propuesta en que la persona que se vaya a jubilar pueda hacerlo a los 60 años con 360 aportaciones, o más tarde “para recibir más dinero al mes”, como ha justificado Eduardo Peña Hurtado, presidente del Consejo Directivo del IESS. Y son rapiditos para sacar números. Así, ponen como ejemplo que si alguien decide jubilarse a los 60, en promedio, según el cálculo de su sueldo y sus aportaciones, recibiría 2.000 dólares como pensión. Y si en cambio lo hace a los 65 años, tendría unos 2.400 dólares mensuales. Y si decide esperarse hasta los 70, su pensión sería de 3.000 dólares.

¡Qué bonito suena eso! Pero la realidad no es tan simple, pues con el pésimo manejo histórico de la entidad, con tantas inversiones chuecas y con un hueco enorme en sus cuentas, ¿cómo creer que el IESS tendrá luego dinero para pagar esas ‘jugosas’ pensiones? ¿O es que el IESS quiere exprimir a sus afiliados hasta más no poder?