Ecuador no puede haber tocado más fondo respecto al tema de la violencia. En lo que va de este 2022, las muertes a manos de sicarios han superado en cifras los registros de años anteriores, y está más que claro que la razón de tanta mortandad es la droga y las guerras por el poder en su distribución. Lastimosamente, ya no hablamos solo de mafias ecuatorianas, pues la mano dura de los cárteles internacionales se siente y con todo su terror.

Las ráfagas de balas llegan a quienes son y a quienes no.Se da ‘el vire’ de día, de tarde y de noche sin distinción alguna. Y el peligro ya no solo está latente en ciertas zonas conflictivas o peligrosas del Puerto Principal; hablamos ya de un peligro generalizado, los lugares seguros pasaron a la historia.

Semana tras semana, la gota que derrama el vaso se supera con muertes más sangrientas. Pero lo sucedido al iniciar esta semana en Durán ya no tiene nombre. La postal de dos individuos asesinados y colgados de un puente peatonal, a vista de todos, nos pone a la par de Colombia o Sinaloa, que fueron en su tiempo marcados crudamente por la violencia.

Y no existe autoridad municipal ni gubernamental que pueda hacer algo al respecto, ni un plan bien trazado que pueda ejecutarse para arrancar de raíz tanta violencia que nos está matando de a poco: en lo físico y en lo moral. La suerte está echada y no nos queda más que encomendarnos con el de arriba para que nada malo nos pase. La cosa no pinta bien para nadie. Y las autoridades hablan de todo, menos de esto. Y peor aún, parece que actúan mucho menos al respecto.