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Farándula
¡Abuelos ‘chochos’ de la farándula!
Gustavo Velásquez y Máximo Escaleras cuentan sus experiencias de padres y abuelos. Estar presentes en la vida de los suyos ha sido su prioridad.
Fue el destino el que convirtió al cantante Gustavo Velásquez en padre de cinco. Su hija Nelly o Chachi, como la llaman de cariño, perdió a su esposo en un accidente de tránsito cuando tenía 21 años.
Así que junto a sus hijos Milton, de dos años, y Anahí, de seis meses, debió regresar al hogar paterno y sumarse, de nuevo, a sus hermanos Gustavo Lenin y Ángel.
En ‘un abrir y cerrar de ojos’, la familia Velásquez se había convertido en un hogar con cinco retoños.
Hoy, más de dos décadas después, el artista ecuatoriano rememora aquella época en la que volvió a las malas noches, los biberones y los pañales. Pero jamás se arrepintió de esa decisión, asegura. ¡Celebra el Día del Padre!
Por ahora dos de sus hijos ya ‘volaron del nido’ y formaron sus propios hogares. Añora los días en los que tenía casa llena.
“Al principio vivíamos en el centro-sur de Quito. Luego votamos y como familia decidimos construir una casita en el norte. Cada uno ya tenía su propio cuarto”, explica el artista, quien perteneció a la orquesta Don Medardo y sus Players por más de 10 años.
La música y las leyes son los legados que Velásquez, ganador del festival internacional OTI, sembró en sus descendientes. “Todos cantan y son abogados. Mi Anahí, la menor, está estudiando un posgrado en línea en una universidad de España”, revela.
El mismo orgullo que el papá ‘chocho’ siente al hablar de la menor de la casa, lo expresa al referirse a los demás: Nelly es policía y maestra, mientras que Gustavo Lenin y Ángel son diplomáticos en el exterior. Y sus dos muchachos ya lo reafirmaron como abuelo. Una experiencia que ha afianzado su cariño y paciencia.
Una familia muy musical
Gustavo nació en un hogar muy ligado a la música. Su madre cantaba todo el tiempo y su padre, un radiodifusor, le dejó un consejo muy valioso. “Una vez cantábamos en un coliseo y fue a verme. Me dijo: ‘Cuando se trabaja no se toma, y cuando se toma no se trabaja. Todo se debe hacer con medida. Ni tan, tan; ni muy, muy’”, recuerda.
Uno de los momentos más valiosos que conserva en su memoria fue el poder abrazar a su papá, José ‘Pepe’ Velásquez, cuando ya tenía una edad bastante avanzada. “Cuando era niño, mi padre era muy serio, no se prestaba para esas muestras de afecto”, describe.
Siempre le guardo mucho respeto, él trató de educar a sus hijos para convertirlos en buenos seres humanos. “Yo soy la sonrisa de la casa. Siempre he sido el más permisivo... Nunca les he pegado, pero sí les he ‘lavado’ con la lengua. Con mi esposa Nelly hemos hecho un buen equipo. El matrimonio es un equilibrio”, reflexiona.
Una dinastía que crece
Durante la pandemia, el cantante Máximo Escaleras se convirtió en abuelo. Un momento que cambió su vida y lo hizo sentir que trasciende. Hoy sabe que ese amor que mima, sin la responsabilidad de educar, es capaz de transformar toda la dinámica familiar.
Ese sentimiento es tan grande que el artista hasta le compuso una canción a la más pequeña de la dinastía. El tema se titula ‘Cuando los años pasen’. Habla del recorrido que hace una persona con los padres. Luego se casa, vienen los hijos y luego llegan los nietos.
“Mi sueño es que cuando mi nieta Nathaly Antonella cumpla cuatro años podamos grabar la canción ‘El auto fantástico’, como lo hice con su mamá, Nathaly Silvana”, dice.
Aunque la bebé acaba de cumplir un año ya ha dado muestras de que la música fluye por sus venas. Tararea canciones y hasta trata de tocar una batería de juguete.
Esos momentos que enternecen el corazón de su abuelo han quedado registrados en videos que la familia Escaleras comparte en sus redes.
Desde que sus hijos eran pequeños, Máximo y su esposa Piedacita fueron muy apegados a ellos. Los llevaban a sus conciertos, incluso Nathaly Silvana, Mishell y Cristopher se “ganaban un dinerito vendiendo casetes”.
Esa relación de ‘papitis e hijitis’ siempre fue tan fuerte que los hermanos Escaleras nunca fueron en recorrido al colegio. “Siempre los íbamos a dejar”, narra.
El legado que el artista trata de dejar en sus herederos es el mismo que le dejó su padre: la sencillez.
No había nadie más querido en el cantón Alamor de Puyango, en Loja, que el padre de Máximo. Aunque la situación económica de la familia no era la mejor, siempre se dio modos de darles lo necesario.
“Hizo lo que pudo con lo que tenía... se llamaba Modesto, yo le decía Moyetito”, expresa.
Cuando estaba próximo a su muerte, el cantante tuvo la oportunidad de despedirse, abrazarlo y pedirle perdón si alguna vez hizo algo que no le gustó. “Yo lo respetaba mucho. Le pedí su consentimiento para tutearlo”, finaliza.