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Quito: vecinos de la calle Imbabura ruegan por más controles
Entre la Rocafuerte y la Bolívar, centro de Quito, hay arranches, venta de droga. Cuando hay control, la esconden hasta en los medidores de luz.
Cae la tarde en la calle Imbabura, centro de Quito, y la dinámica cambia, sobre todo en la cuadra cuyas intersecciones son la Rocafuerte y la Bolívar.
Aparcan los cochecitos con comidas rápidas. Hay ventas de verduras, de jugos... Y, entre todo ese movimiento, ocurren arranches, venta de droga, transeúntes gritando que les han robado el celular o la cartera a alguien.
“Tenga cuidado, aquí le van apuñalando por un teléfono”, dice una mujer que vende zumos en un balde.
Según los dueños de los locales que funcionan en esta zona, es común ver que los maleantes se pelean a ‘cuchillo limpio’ por el territorio de venta de estupefacientes.
“Por lo menos hasta La Victoria se ve que es así”, comenta Gonzalo Reyes, morador.
Para el vecino, que vive 30 años en la zona, la problemática tiene por los menos unos 10 años, aunque la pandemia lo recrudeció todo.
La dinámica delictiva
Janeth, otra de las vecinas, relata que el modo de operación de quienes venden estupefacientes es conocido. “Lastimosamente este delito se camufla en las ventas informales”, expresa.
Cuando hay controles policiales, según ella, los paquetes son escondidos en las grietas que se han formado en las veredas, en los canastos de las ventas o, lo más inusual que ha visto, los guardan en los medidores de agua o luz.
Gonzalo concuerda con su vecina, pero también relata que las mujeres embarazadas y los niños son usados para esconder lo robado o las fundas con droga. “Ellas comienzan a caminar disimuladamente y ya”.
Algunos menores de edad, según Gonzalo, llevan mochilas en las que aparentemente sus padres camuflan las evidencias. “Es obvio que la Policía no va a requisar a los niños”, agrega el morador.
Autoridades
Los arranches y la venta de droga no son el único problema en esta cuadra. A pesar de que existe señalética de “No Estacionar”, hay varios automotores que lo hacen, incluso si hay agentes de Tránsito.
Esto contribuye a las aglomeraciones, que a su vez son el escenario idóneo para que se cometan los arranches, según los vecinos.
El coronel Juan Carlos Soria, comandante del Distrito Manuela Sáenz, dijo a EXTRA que debido a esta problemática esta semana se estableció una mesa de trabajo con la Secretaría de Seguridad para hacer una intervención en la zona.
Comentó que también han detectado que usan a los menores de edad para la venta de droga. “Desde junio aislamos a dos, uno de 10 y otro de 12 años”, agrega.
Reconoce que las ventas ambulantes son la “fachada perfecta” para cometer robos y venta de estupefacientes, pues cuando los agentes se acercan, “aunque los detengan, ya no tienen las evidencias”.
Según Soria, a pesar de que las ventas ambulantes se generan por la falta de empleo, también han podido establecer que algunos son falsos negocios para el expendio de droga.
La mesa de trabajo entre la Policía Nacional y el Municipio continuará este jueves.