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Un ‘soplo’ de justicia en un ‘mar’ de impunidad
Los femicidios de las guayaquileñas Evelyn Carolina Bravo Bodero y Noelia Selena Vargas Parrales ocurrieron con ocho meses de diferencia.
Pareciera que Evelyn Carolina Bravo Bodero y Noelia Selena Vargas Parrales no tuvieran nada en común más allá del hecho de haber nacido mujeres. Pero estas dos guayaquileñas tienen una historia cruenta en particular: ambas fueron víctimas de la violencia machista: murieron a manos de sus parejas.
El 28 de mayo de 2019, Evelyn fue asesinada con 11 puñaladas. Ocho meses después, el 25 de enero de este año, Noelia recibió un tiro en la cabeza.
Más allá de la coincidencia de que quienes les arrebataron la vida fueron sus esposos, está el hecho de que ambos femicidios sucedieron en el mismo sector del noroeste de Guayaquil: Flor de Bastión, en los bloques 9 y 17, respectivamente.
Durante 2019, solo en la provincia del Guayas 25 mujeres fueron asesinadas por sus convivientes o exparejas. Y este año, hasta el 18 de julio se han registrado ya 15 femicidios en esta provincia, 11 de ellos en el Puerto Principal, según el Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam).
En el caso de la madre de Evelyn Carolina, María Elizabeth Bodero Quiñóñez, hay un hecho que ha marcado un precedente y le ha devuelto la confianza en la justicia. El pasado lunes 13 de julio, Washington Jimmy Moreira Cedeño fue declarado culpable de quitarle la vida a su hija y sentenciado a 34 años y seis meses de prisión.
Sin embargo, para los progenitores de Noelia, Pablo Vargas Burgos y Mayra Parrales Chompoy, al dolor por su asesinato se suma una tragedia que ahonda su pesar: hasta hoy, ningún juez le ha emitido una boleta de captura al presunto femicida.
Noelia Selena, quien mantenía una relación sentimental de ocho meses con su presunto agresor, Elías Peralta, hubiese cumplido 19 años el pasado 15 de julio.
Pablo, su padre, recuerda que “el día del asesinato llegó un cuñado de mi hija y nos dijo que ella había sufrido un accidente. Al llegar nos enteramos de que Elías le había dado un disparó y se había dado a la fuga”.
Mayra asegura que el asesino de su hija ronda el sector y temen que tome represalia con uno de sus hijos por haberlo denunciado. “Queremos la boleta de captura, la policía nos ha dicho que sin ella no podemos hacer nada, ni aunque lo tuviéramos frente a nosotros. Solo queremos que se haga justicia y pague por lo que hizo”, menciona, mientras con nostalgia observa la foto de su amada hija.
María redobló su fe
Para María, su fe en Dios, el amor por su hija y su recuerdo fueron la fortaleza para no desmayar y resistir cada viaje que emprendía desde su natal Esmeraldas hasta la urbe porteña, para estar presente en las audiencias en contra del responsable del asesinato de Evelyn.
Recordar la tragedia entrecorta su voz, pero es consciente de que ella fue una luchadora, que jamás se dio por vencida y que, pese a sus limitados recursos, buscó un mejor porvenir para sus dos hijos.
Sus más gratos recuerdos con su “princesa”, como la solía llamar, se trasladan a cuando Evelyn tenía 11 años. Para ese entonces asistía a capacitaciones en Hogar de Cristo y su hija era su inseparable compañera.
“Recuerdo que en uno de los talleres llegaron las chicas del Cepam para darnos una charla de violencia intrafamiliar. Nosotras acudíamos a los talleres los fines de semana, pero a mi hija le gustaba capacitarse y por eso desde los 12 años fue parte del Cepam. Cuando yo no podía ir, ella acudía y me traía la información y los folletos. Mi Caro fue una destacada estudiante”.
Durante ocho años María Elizabeth trabajó como orientadora de los derechos de las mujeres, pero en 2011, tras la muerte de su padre, tuvo que regresar a Esmeraldas.
“Mis hijos decidieron quedarse en Guayaquil. Yo los visitaba cada quince días. Evelyn no dejó de sentir esa vocación por servir y ayudar a las mujeres víctimas de maltrato. En el 2012, junto a un grupo de mujeres viajó a Quito para pedir a la Asamblea Nacional la tipificación del femicidio como delito”, rememora.
Por eso, para la esmeraldeña saber que su hija era víctima de maltrato por parte de su pareja la envolvía en una agonía, pues conoce de cerca la violencia que afecta a las mujeres.
Los problemas entre Evelyn y Jimmy comenzaron desde que nació su primer hijo. Durante los 10 años de relación se separaban y volvían. “Cuando quedó embarazada de su segundo bebé, le daba recelo contármelo. Finalmente terminaron separándose, mi hija ya no aguantó más maltrato. Me decía: ‘Mamá, no voy a regresar con él, yo trabajo y los tengo a ustedes. ¿Para qué lo necesito? ¿Para que me haga la vida imposible?’. Pero él (Jimmy) me llamaba para suplicarme ayuda, que le diga a mi hija que lo perdone y lo deje entrar a casa”, rememora.
Días antes de la tragedia, Evelyn le comentó que había puesto una denuncia en la Fiscalía, pero que no tenía las medidas de protección porque el día que se acercó a dicha dependencia judicial estaba de apuro porque no deseaba llegar tarde a su trabajo.
“Una noche antes del asesinato, Jimmy la esperó a la bajada del bus, pero la ayudaron y la llevaron hasta una unidad de policía. Allí no le prestaron colaboración, porque no tenía las medidas de protección. La mañana siguiente él la buscó, esta vez para matarla. Le dio 11 puñaladas”, cuenta llorando María.
Han pasado 14 meses y el dolor por la muerte de su hija está intacto en su corazón. Desde el asesinato de Evelyn, ella cuida de sus dos nietos. El mayor cumplió 10 años y la más pequeña cuatro.
“Nunca me rendí. Cuando mi hija estaba viva ayudábamos a mujeres víctimas de violencia. Ella siempre alentaba, me decía: ‘Mamita, vamos, vamos para que se haga justicia, para que no quede impune... Tantos hombres machistas...”, recuerda la esmeraldeña.
Es por esa inquebrantable lucha por justicia que María alienta a los padres de Noelia para que el responsable pague por el crimen que cometió. “No pierdan la fe, solo hay que estar pendientes y no darnos por vencido. Dios tarda, pero no olvida. De que la justicia llega, llega. Hay que ser constantes y no desmayar, así erradicaremos tantos casos de violencia que se ven a diario. Cuántos niños quedan sin madre, sin padre, solos”, reflexiona esta valiente mujer que hoy se nutre del cariño de sus hijos y nietos.
Desde marzo
Pandemia de femicidios
Desde que comenzó el estado de excepción en Ecuador por la COVID-19, los casos de violencia de género aumentaron considerablemente en la convivencia obligada. En total en el país, desde marzo 16 a julio 18, han ocurrido 34 femicidios, según los registros del Cepam.
Las estadísticas recopiladas por la organización detallan que de las víctimas, siete de ellas eran menores de edad y dos eran adultas mayores.
Desde el 1 de enero a julio 18 de este año, se suscitaron 55 femicidios en el país. Las provincias con mayor índice de violencia en contra de la mujer son Guayas (con 15 femicidios), Pichincha (con 13) y Manabí (con 6).
En cuanto al vínculo de la víctima con el agresor, 15 crímenes fueron perpetrados por la pareja, 11 por una expareja, 6 por un familiar y del resto aún se recaba información.
Patricia Reyes, psicóloga clínica y quien desde hace 25 años trabaja para el Cepam, considera que la violencia no tiene condición social, pero “si hacemos un análisis de lo que está ocurriendo en sectores rurales y populares, estos están más expuestos a situaciones de vulnerabilidad y exclusión y da la impresión de que allí se expresa con mayor fuerza la violencia en contra de la mujer”.
Explicó que las mujeres a veces no tienen acceso a protección o están excluidas, ya que viven en espacios aislados a los que se llega en tricimoto y esto las expone más, porque no tienen conocimiento de a dónde ir o a quién acudir, o aun teniéndolo no saben cómo solicitar ayuda.
“En el caso de Evelyn Carolina, fue una mujer que tenía conocimiento, pero la policía no actuó, no respondió a los llamados de auxilio. En este caso el conocimiento no impera. El sistema de justicia debe tener una postura más efectiva para las mujeres que son víctimas de violencia”, reclamó la especialista.
Sostuvo que la violencia no desaparece, sino que se vuelve más grave y más frecuente y quizás se puede convertir en un femicidio “cuando el hombre siente que puede perder el control del objeto que siente que es de su propiedad, en este caso la mujer”.