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La sangre de Silvia no se borra
El supuesto femicidio de la funcionaria, dentro de una dependencia pública, marcó a Colimes, donde nunca antes habían presenciado un hecho similar
La mancha de la sangre de Silvia Arreaga resalta en la pared del puesto de Rosa Silva. La comerciante del mercado de Colimes fue quien la encontró, agonizando en el piso de su lugar de trabajo, con 14 puñaladas que la desangraban.
Silvia murió, camino a una casa de salud, aproximadamente a las 11:00 del lunes 26 del mes pasado. Dos horas antes, estaba sola en una oficina de la Empresa Pública de Agua Potable del cantón Colimes. Supuestamente en ese momento llegó su expareja, Manuel de Jesús Álava, quien es sospechoso de acuchillarla y matarla.
En esa dependencia pública, donde trabajan otras tres personas, con lo primero que se topan los visitantes es con una cámara de seguridad que da al cubículo de recaudación, que ocupó la víctima desde hace 15 meses. Sin embargo, el aparato no funciona. Al igual que no sirven las cámaras de seguridad del ECU-911 que están en la calle, confirma la alcaldesa Jackeline Ordóñez y el gerente de la empresa de Agua, Héctor Rosado.
El asesinato de Silvia, o más bien el alboroto que se armó afuera de la dependencia mientras ella era acuchillada dentro, solo quedó registrado en los celulares de curiosos que pensaban que lo que estaba ocurriendo era un robo.
Rosa sabe que hizo lo que pudo, aunque lamenta no haberla salvado. Aquel día, recuerda, vio al exesposo de la víctima que pasó, nervioso, dos veces por el mercado donde tiene su puesto. El centro de abastos está diagonal a donde ocurrió el crimen.
Ni a Rosa, ni a ningún compañero de Silvia les extrañó la presencia del hombre, porque según Héctor, la iba a ver y a dejar la mayoría del tiempo.
Ese día, las dependencias públicas de Colimes preparaban sus rendiciones de cuentas en el parque de la localidad, debido a que 24 horas después, el 27, celebrarían la cantonización. Luego del supuesto femicidio, esos preparativos fueron cancelados y los fondos, destinados a la velación de la madre de tres hijos.
Héctor, su jefe, relató que minutos antes del hecho, todos se dirigieron al parque para el acto, pero Silvia prefirió quedarse en la oficina. Esa institución, detalla el funcionario, solo tiene un guardia que también ronda otras dependencias públicas que están repartidas por esa misma zona.
Justo eso, la falta de celadores, molesta no solo a Rosa, sino a sus demás compañeros del mercado de Colimes que, aseguran, “está botado”.
Hacía dos o tres semanas, calculan los comerciantes, hubo un robo en el centro de abastos. Por eso, cuando oyeron los gritos que provenían del interior de la Empresa de Agua, pensaban que se trataba de un atraco en el sitio. “Allí dentro se maneja dinero, porque la chica era la recaudadora. No es posible que haya un solo guardia y que no esté armado”, lamenta Rosa.
La comerciante tomó un trapeador como ‘arma’ y, mientras su amiga Maritza Guerrero llamaba al ECU-911 para pedir ayuda, ella se dirigió a la institución. Las puertas estaban cerradas y nadie se atrevía a abrirlas. Maritza imploraba a la policía que llegase pronto pero, según le dijo el único agente que estaba en la Unidad de Policía Comunitaria (UPC), este no podía abandonar la dependencia, que está a menos de diez cuadras de donde murió Silvia.
“Quizá si hubieran llegado rápido, ella se hubiese salvado. La policía llegó como media hora después”, vuelve a quejarse Rosa, con la mirada clavada en la pared.
EXTRA se movilizó a la UPC para corroborar lo dicho por las comerciantes, pero el agente que se encontraba allí dijo que no podía dar declaraciones.
Fue entonces que, cuando alguien logró por fin desatorar la puerta de la oficina, Rosa vio al supuesto asesino parado, con un cuchillo idéntico a los que ella usa para cortar el queso, ensangrentado en su mano.
“Estaba llenito de sangre, yo le preguntaba dónde estaba la chica y no respondía. Ese muchacho o quería que lo mataran o que lo llevaran (detenido), porque no se movía”, recordó la mujer.
Luego, unos ruidos provenientes del lugar donde están los archivos la alertó. Era Silvia, con el pecho destrozado. Solo le alcanzó a decir que la ayudara. Como pudo, Rosa la agarró de uno de los brazos donde tenía menos heridas y la sacó del lugar.
Minutos después, con el mandil embarrado de la sangre de la chica, pasaría por la morgue para pedirle perdón por no haber llegado a tiempo.
Nunca antes visto
Rosa y Maritza aún no salen del shock. Aseguran que en Colimes no había pasado un hecho similar, tal vez por eso nunca antes había preocupación por la guardianía o los servicios de videovigilancia. Además, describieron a la expareja de Silvia como “alguien tranquilo”.
La descripción que Cindy Macías, hermana de Silvia, da de su excuñado no dista de la de las comerciantes. Ella aún no puede creer lo que ocurrió, pues su hermana no solía compartir su vida personal con nadie y por eso no se enteraron nunca de que tenía problemas de pareja.
Silvia se había separado de su supuesto agresor a inicios de la pandemia y, solo supo que la habría golpeado en una ocasión. Sin embargo, y aunque la fallecida laboraba a dos cuadras de la Junta Cantonal de Protección de Derechos, nunca denunció el supuesto maltrato al que era sometida.
Eso lo confirmó Maritza Zambrano, miembro principal de la Junta. La licenciada en Psicopedagogía detalló que en esta localidad guayasense, anualmente un promedio de 20 mujeres denuncian violencia de género. Silvia no estaba dentro de esas estadísticas que, según ella, pueden caer en un subregistro.
Más seguridad
La muerte de Silvia preocupa a los colimeños. El vendedor de refrescos Jonathan García cree que esta es una advertencia para las autoridades para reforzar el sistema de seguridad del cantón. Con él coincide el ciudadano Néstor Triviño, quien cree que es necesario que un guardia esté perennemente en las instituciones públicas, más aún en las que manejan dinero.
La alcaldesa de Colimes pedirá la reconexión de las cámaras del ECU-911. “Hay que darles mantenimiento, por medio del Sistema Integrado de Seguridad ECU-911 y el Municipio da una contraparte. Nosotros aportamos con el arreglo y la seguridad. Antes de la pandemia se iba a firmar una carta de compromiso para acceder a las cámaras”, detalla.
Adicional a ello, y también por la amistad que la unía con Silvia, la funcionaria asegura que realizarán charlas para que eviten nuevos hechos como estos y concienciar a la ciudadanía sobre la violencia de género.
Cindy también espera ayuda. Su hermana tenía la intención de hacer un vida más tranquila en el campo, luego de que se le terminara el contrato en diciembre. Entre sus planes también estaba operar a su hija mayor, quien padece de una enfermedad que le impide controlar su micción.
Pero por ahora está tratando de recuperarse de este golpe a su familia. Al igual que la mancha de sangre en la pared de Rosa, difícilmente podrá borrar lo que le pasó a Silvia en un lugar donde se suponía, estaba segura.
El sospechoso dijo que actuó por un "desequilibrio mental"
El fiscal de Balzar, Martín Almeida Villegas, quien lleva el caso, detalló que Manuel de Jesús Álava, sospechoso del hecho, “habría actuado por un desequilibrio mental”.
Esto es lo que dijo en la declaración tomada en la Fiscalía, tras ser procesado por el delito de femicidio, tipificado en el artículo 141 del Código Orgánico Integral Penal (COIP), con agravantes en los artículos 142 y 145.
El sospechoso, de 40 años, quien es albañil, permanece recluido en el Centro de Privación de Libertad de Guayaquil.
“Lo hice sin mi voluntad, porque en ese momento estaba en un desequilibrio mental, debido a la reacción, porque ella me insultó por teléfono”, dijo el sospechoso.