Salud, esa es la primera demanda que los ciudadanos tienen para el futuro presidente del país: aceleración y transparencia en el proceso de vacunación contra el coronavirus.

No se puede hablar de trabajo ni educación si la gente sigue infectándose del virus, lamentan.

“El eje del Gobierno que venga deberá centrarse en la disminución de la transmisibilidad de la COVID-19. Sin eso será imposible que nos reactivemos”, enfatiza Víctor Álvarez, presidente del Colegio de Médicos de Pichincha.

Édison Campos, de 67 años, coincide con el galeno. Parar al virus es urgente, pues este le está 'fregando' el ‘camello’. Él se ubica en las afueras de Radio Cristal, calles José de Antepara y Luque, centro del Puerto Principal, y ofrece sus servicios de pintor. Es gasfitero y electricista.

“La gente no quiere que uno entre a sus casas por el miedo que tienen de que uno los contagie y se entiende, pero eso nos impide ganar el sustento”, añade.

Amparo Molina, vendedora de verduras del mercado Santa Clara, en Quito, confiesa que este año ha sido ‘golpeada’ por las deudas, por lo que su pedido al presidente electo es la reactivación económica urgente. La segunda demanda.

“La situación es insostenible, pero nos queda la esperanza de que un nuevo Gobierno haga algo”, dice la comerciante, de 50 años, quien está consciente que para ello se necesita salud. Afirma que hasta ahora no ha tenido acceso a la vacuna y espera que pronto se ponga en orden el proceso.

‘Pinchar’ a la economía

Karina Rivera, optometrista guayaquileña de 54 años, espera un período gubernamental que le permita a todos los ecuatorianos trabajar en paz, no en la zozobra. Que se asegure la dolarización y que esa estabilidad permita que las inversiones extranjeras se desarrollen y de esta forma se fortalezca la economía.

“La mayoría somos pequeños emprendedores y necesitamos apoyo y nuevas leyes que nos respalden para seguir con nuestros negocios y mantenerlos. Que los impuestos y aranceles sean más bajos para que la economía pueda salir a flote, no estamos con la mano estirada mendigando un pedazo de pan, solo queremos ayuda”, expresa.

No olvidarse de la educación

La tercera demanda. Andrea Collaguazo sirve en un puesto de comidas en la capital y su atención está volcada en la educación de sus hijos, quienes han tenido que regirse a las clases telemáticas durante un año.

Para ella, la inversión del nuevo ‘presi’ debería ser el acceso a la educación, pues ha visto que muchas familias no han podido unirse a las clases por falta de recursos. “Quien gane debería mejorar esta situación”, agrega. Y pide que haya acceso a internet libre para los niños de escasos recursos.

Patricia Mina tiene 45 años y vive en la urbe porteña. Ella siente que su hija, de 14 años, ha aprendido un 35 o 40 por ciento con la nueva realidad educativa: clases ‘online’. Prefiere las presenciales, pero es realista y ve esa posibilidad lejana por causa de la COVID-19.

El pueblo tiene claras sus necesidades. No son expectativas, son demandas que solo apuntan a un porvenir mejor.