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El índor barrial es tradición guayaca que no decae
El ‘peloteo’ entre panas, cerrando las calles y con un balón artesanal de índor, sobrevive en los sectores populares de Guayaquil. Quedan pocos fabricantes
Equipado con su juego de agujas, carrete de nailon, pegamento, planchas de plástico sintético que corta manualmente y a la medida, pero sobre todo con mucha paciencia para dar las cientos de puntadas que necesita para crear una sola pieza, así trabaja don Luis Chóez, de 79 años. Él se ha dedicado a la elaboración de pelotas de índor desde hace más de seis décadas.
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Heredó el oficio de su padre cuando era adolescente y los balones tenían gran demanda. “Era otra época y las pelotas se fabricaban de otro material, de cuero, que era durísimo de trabajar; ahora, con el material sintético, el trabajo se facilita mucho, la cosa es que ya casi nadie compra (balones de índor artesanales)”, relata.
Recuerda que hace cuarenta años la demanda era tal que en ocasiones había gente que esperaba a que terminen de elaborar un balón para recién ‘hechito’ ir a pelotear enseguida con la ‘gallada’ del barrio; ahora, si vende uno al día es mucho, asegura.
“Y eso que ahora son mejores que hace años. Ahora, por ejemplo, se lo rellena (el balón) de trozos de caucho, como el de las zapatillas, antes se los llenaba de algodón o de lana, que si se llegaban a mojar se volvían pesadotes y cuando se secaban ya quedaban como piedra, ahora se secan más rápido y no sufren ese problema”.
Tradición prevalece en el Suburbio
Sin embargo, en algunos vecindarios de las zonas más populares de la ciudad, como en el Suburbio porteño, la costumbre de ‘armar el peloteo’ con balón artesanal se niega a morir y sus moradores se encargan de mantenerla.
Jorge Escalante, habitante de las calles 33 y San Martín (suroeste de Guayaquil), que ‘pinta’ unos 55 años, explica que en el barrio se pelotea todas las semanas sin falta, como religión, y que entre semana principalmente juegan los jóvenes y adolescentes, pero los fines de semana la ‘cancha’, como le llaman a la calle, que es cerrada con arcos y piedras para que los carros no interrumpan los partidos, está reservada para las categorías sub-40, sub-50 y sub-60.
“Obvio que se juega con pelota de índor, porque la de fútbol rebota demasiado y también porque la artesanal es mucho más barata que las que se compran en las tiendas”.
En el negocio de don Luis las pelotas tienen un costo de $ 11 la pequeña y $ 12 la más grande. “Sé que hay otros dos o tres fabricantes más, pero no los conozco ni sé dónde están sus talleres. Tampoco los considero competencia porque ya no hay clientes”, asegura, pero también es tajante en decir que aunque ya no venda ni uno, seguirá fabricándolos, porque siente que es su responsabilidad mantener viva la tradición y el oficio.
“Hasta que Dios me dé fuerza y hasta que las manos aguanten el trabajo”, asegura don Luis mientras estira el hilo que une todos los pentágonos de cuero que formaban la circunferencia de una nueva pelota.
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