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El crematorio Manikarnika Ghat tiene gradas que llegan hasta el río Ganges.Cortesía

La increíble experiencia de una influencer ecuatoriana en India: Ratas y cremaciones

La quiteña Carolina Cuenca viajó a Varanasi, conocida como la Ciudad de la Muerte, para conocer el ritual de la incineración de cadáveres.

Eran las 15:00 en Varanasi, la Ciudad de la Muerte. El termómetro marcaba 35 grados centígrados. Las gotas de sudor chorreaban por la frente de Carolina Cuenca mientras caminaba por un angosto callejón, donde paradójicamente cabían vacas, motos, vendedores de madera, bálsamo, aceites, flores y personas cubiertas con ceniza de muerto que pedían dinero.

En el tramo final, la influencer de viajes ecuatoriana se encontró con una escena que solo había visto en películas: un hombre -piel tostada por el sol, turbante- tocaba la flauta y una cobra danzaba al ritmo de su melodía. “Cuando vi a ese señor, sabía que era la puerta de entrada al crematorio más grande de la India”, recuerda.

La India, situada en el continente asiático, es el segundo país del mundo con más habitantes: 1.429 millones (Ecuador apenas tiene 18 millones). También es uno de los destinos más exóticos y espirituales. Carolina siente que la India le hizo un llamado desde que comenzó a practicar yoga y a conocer su filosofía. “De pronto, me aparecían cosas de aquel país en redes sociales, la gente me hablaba… Un día, una agencia colombiana me invitó”, relata la compatriota, quien tiene más de 176 mil seguidores en su cuenta de Instagram: @lanegraviajera, donde publica todo sobre sus travesías.

El 27 de septiembre de 2024, llegó a Nueva Delhi, la capital, donde el aeropuerto recibe decenas de vuelos internacionales cada día. No iba sola. Viajaban con ella 20 personas más, de Colombia, México, y Guatemala (era la única ecuatoriana).

El itinerario incluía recorrer templos importantes para el budismo y el hinduismo -religión politeísta practicada en varios países de Asia-, y aprender sobre la espiritualidad. Pasó por Nepal y Rishikesh, y luego a Varanasi.

Pero antes de llegar, Carolina se preguntaba cómo huele una ciudad donde creman muertos al pie del río Ganges, sagrado para el hinduismo, pero uno de los más contaminados del mundo. Le preocupaba su salud, por supuesto. “En redes sociales se ve como un país caótico, donde no se entiende nada”, dice.

La influencer ecuatoriana relata sus experiencias en este exótico país asiático.Cortesía

Sin embargo, su perspectiva cambió una vez que llegó a la Ciudad de la Muerte, llamada así porque miles de personas tienen el anhelo de morir ahí. Eso garantiza que serán incineradas y sus cenizas serán esparcidas en el río.

Carolina explica que la India vive su filosofía en torno a la cremación. “Creen que el río Ganges limpia, purifica su alma y solo así van a tener un mejor destino. Creen en la reencarnación; para ellos, el cuerpo no es nada. Es morir y entrar en un nuevo cuerpo para seguir el proceso de purificación hasta cuando pasen a otro plano. Es por eso que muchas personas deciden ir a morir allá”, explica.

Cenizas al río

Ya en Varanasi, tras cruzar el angosto callejón entre vacas y la cobra danzante, la influencer pudo contemplar el crematorio Manikarnika Ghat. Es como un templo o una casa descuidada, con gradas que llegan hasta el río. Dentro hay una llama encendida -dicen- desde hace 3.000 años. No se ha apagado nunca, porque la iniciaron los dioses, cuenta Carolina. Allí se queman de uno a tres cuerpos al día. Se tardan de tres a seis horas en quedar en cenizas cada uno (aunque hay órganos que no se queman por completo).

En este lugar, ella se encontró con una familia alegre que iba a cremar a su familiar. Sí. Alegre, insiste. “Para mí fue un shock, porque nosotros vemos a la muerte como una tragedia”, explica.

Ellos no. Incluso, hay personas de 90 años en adelante que se alojan en sus últimos días en una especie de hospicios. Hablan con Shiva, el dios hindú de la destrucción, la danza y la meditación, mientras esperan la partida. No es nuevo. Lo hacen desde siempre.

Las piras funerarias humeantes están allí desde hace cientos de años. De hecho, en portales de la historia y de viajes detallan que es la ciudad más antigua del mundo, nacida antes de Cristo. “Y es la verdad. Cuando uno camina por allí se siente como si hubiera iniciado algo. Creo en las energías. Me sentía nerviosa, pero nunca dejé de sentir la paz. Esto requiere ser muy empático para entender aquellos lugares”, asiente.

En esta localidad se pueden observar escenas que parecerían sacadas de una película.Cortesía

Los rituales no se reducen solamente a cremar el cuerpo. En ocasiones, los familiares se llevan las cenizas de sus muertos. Pero -casi siempre- terminan en el río Ganges, donde los vivos se bañan.

También hay vivos que se untan la ceniza en su cuerpo como si fuera otra piel.

Pero hay una historia más oscura detrás: los Aghori. “Para el Occidente, serían caníbales”, advierte Carolina. Pero en la India, son los hombres que comen muertos como parte de su filosofía. Sacan los restos de los crematorios y se los llevan lejos, al Himalaya incluso. Andan desnudos y no devoran la carne delante de los demás. La BBC los llama la secta caníbal india que no usa ropa, bebe en cráneos humanos y fuma marihuana.

Son esas cosas por las que Carolina considera que “es una ciudad donde se siente que los principios y los finales encuentran una armonía. No sé cómo, pero es así. Y, además, la vida y la muerte caminan de la mano”, dice.

Al final, comprobó que Varanasi no olía a cuerpos descompuestos, sino más bien a una combinación de caucho, madera, sándalo, aceites esenciales. “Puedo decirte que hasta el olor de la muerte era agradable”, admite.

Templo de ratas

El recorrido no terminó allí. La influencer llegó hasta el Templo de las Ratas, a 30 minutos de Bikaner, la ciudad más sucia en la que recuerda haber estado.

Sin alcantarillado y con canales de riego que más bien sirven de paso para las aguas servidas, no es recomendable. Pero hay un atractivo entre tanta porquería: los mismos roedores -en Ecuador, sinónimo de suciedad-.

En aquel lugar, infestado de ratas, encontró una historia inverosímil. Era un hombre que decía que los roedores eran parte de su linaje, de su casta. Que cuando él muera, espera reencarnar en uno de esos animales. ¿Quién quiere ser rata? Él. “Qué difícil es entender eso”, dice Carolina.

Poco después, se adentró en ese lugar donde hubo un alboroto cuando -de pronto- apareció una rata blanca, una diosa. Verla atrae la buena suerte. Todos corrieron detrás de ella.

En la India, las ratas son consideradas sagradas y son veneradas.Cortesía

En los exteriores, venden garbanzos, postres o cualquier cosa que sirva como ofrenda para las ratas. También hay bandejas de leche abarrotadas por los animales, de donde cualquier humano también puede beber. “Poca salubridad, pero sobreviven”, dice.

Ella no se atrevió a probar la leche ni tampoco a comer en los puestos callejeros. No contrajo ninguna infección, pero sí se llenó de espiritualidad y, sobre todo, de empatía. Fue así que salió de la India, con una historia que jamás olvidará.

Próxima parada: Tailandia.

Viajar sola

Con esta experiencia, y tras dejar su trabajo y vender su auto en Quito, la influencer quiere compartir cómo una mujer puede viajar sola desde su país, hacer amigos en otro lado y conectar con gente con sus mismos gustos. “Quiero que se den cuenta de que siempre van a poder llegar al lugar de sus sueños”, dice. Más adelante va a lanzar un taller para mujeres, para que puedan viajar solas y proyectarse a cumplir sus sueños. Actualmente, comparte contenido en YouTube como ‘La Negra Viajera’.

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