"¡Qué haces allí! ¡Ya te voy a ver, 'sopedazo' de cochino!" le gritó doña Linda Piguave a su gatito de apenas dos meses cuando lo vio tomando agua 'puerca' de una calle frente a su vivienda. Y es que ella sabe que ese líquido, que recorre 800 metros (desde una caja en un punto alto del sector hasta los bajos del mismo), está contaminado con los residuos de aguas servidas que se rebosan 24/7 y que su mascota se puede enfermar y le costará haaarto 'billete'.

Desde hace ocho años, "la contaminación es implacable" en las cooperativas Virgen del Cisne y 25 de Julio en el sector de San Eduardo, oeste de Guayaquil, dice Linda quien ha residido en el sector por 27 años.  El agua sucia rueda por las pequeñas cunetas de cinco cuadras y, al finalizar el tramo, se estanca y acumula basura emanando hedor.  Ellos culpan a "casi todos" los desagües de la zona por chorrear esa 'cochinada'.

"No es justo que tengamos que estar todo el tiempo con esta pestilencia. No podemos estar tranquilos en nuestras casas" se queja la mujer y explica que este inconveniente es permanente desde que cambiaron el sistema de evacuación de aguas residuales: pozo séptico por alcantarillado. 

Los vecinos cuentan que en el sector, que antes era conocido como El Botadero, viven más de 1000 familias y que "en cada una de ellas  hay entre cinco y siete personas", comenta Piguave, por lo que las enfermedades, que suelen presentarse mayoritariamente como problemas en la piel, afectan a una cantidad considerable de personas.  

Entre los que no soportan la hediondez están los 20 hermanos de la iglesia 'La Gloria de Dios' y que se reúnen todos los días. "A veces hacemos minga y les pedimos a los 'hacheritos' que nos recojan toda la basura que hay" expresa Julia Heleno, residente del sector. 

Ella también cuenta que justo afuera del establecimiento se quedan tres gallinas que comen basura y beben agua contaminada. "Están como para hacer seco" bromea. 

Sin embargo, el desaseo no solo afecta a la salud de los lugareños sino, en ocasiones,  sus bolsillos también corren peligro. En el caso del comerciante Vicente Portero, cuya vivienda está encima de una caja que se colapsa cada cierto tiempo, sufre porque los clientes no siempre quieren ir a ver las lavadoras de colores que ofrece por internet porque ese 'relajo' da mal aspecto. 

Lenín Andrade, otro morador, tiene otro 'punto de vista': él se ha dado cuenta que "en el invierno todo sale a flote"; pues los drenajes también expulsan cáscaras de limón, verde y otros alimentos. 

Él refiere que la empresa encargada ha "llegado a arreglar muchas veces, pero lo poco que arreglan otra vez se daña". Esta idea la refuerza Linda Piguave y dice que hasta parece que se han olvidado de que ellos existen.