Con las frases ‘marido tienes’, ‘dos por shunsho’ (bruto) o el ‘dos juecito’, los jugadores de 40 le meten el ‘picante’ a sus disputas con la baraja. No hay nada más quiteño que mirar a cinco personas acomodarse alrededor de cualquier mesita que sirva para enfrentarse en un duelo a ‘muerte’ en este popular juego.

¿Por qué cinco? Es que en el 40 se necesita que un juecito (no de las cortes) vigile y dé fe de que las cuatro personas que se ‘emparejan’ para hacer dos equipos jueguen limpiamente.

Y aquí viene lo bueno. Las frases jocosas, las risas, la amistad y uno que otro traguito complementan esta tradición muy capitalina que surge con mucha más fuerzas durante los festejos por la fundación de Quito, el 6 de diciembre de cada año.

Y para hablar justamente de las festividades en la Carita de Dios, EXTRA organizó un encuentro generacional para conocer cómo se celebra actualmente y cómo se lo hacía años antes.

El mundial de 40 fue el escenario perfecto para que se enfrente un león joven en contra de un león más ‘cuchito’ (lo nuevo con lo ‘antigüito’) y definir si lo pasadito de moda era realmente mejor que lo actual. O no...

El versus entre jugadores de 40

Nuestros contrincantes aceptaron enfrentarse. Por un lado estaba Pablo Arellano, de 25 años, quien hace poco se licenció de la universidad en Negocios Internacionales.

Para él, las fiestas actuales se han vuelto menos populares y un chance más ‘aniñadas’. “La gente se reúne con más frecuencia con sus compañeros de trabajo y se organiza para festejar a Quito”.

A este criterio se unió Aparicio Vega, de 79 años, quien aseguró que los festejos en sus años ‘mozos’ eran mucho mejores que los actuales. “La fiesta se organizaba en el corazón del barrio en Quito. Nosotros reuníamos los recursos, entre todos, y se hacía un baile en la calle. Era bonito ver que las familias y hasta los niños participaban. Ahora está muerto”.

Vega, quien es un exitoso empresario capitalino, manifestó que incluso aprender a jugar 40 ha cambiado mucho en la capital. “Siempre este juego estuvo inmerso en las actividades del barrio. Yo, por ejemplo, lo aprendí con los amigos. Nos sentábamos en una vereda, sacábamos la baraja y así compartíamos”.

Ya no se festeja como antes a Quito

Con el paso de los años, el aprendizaje ha cambiado y Arellano es testigo de ello. Él contó que aprendió a soltar la baraja gracias a sus padres, en la intimidad del hogar, algo que muestra cómo el círculo de amistades se ha ido cerrando poco a poco.

La dinámica en las festividades ha cambiado con el paso de los años, quizás por culpa de nuevas modas, opinaron ambos jugadores. Pero para ellos ahora existe un factor mucho más crítico que ha hecho que celebrar a la capital sea menos agradable: la inseguridad.

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Vega, por su trabajo, ha viajado por muchas partes del mundo, pero siempre ha llevado a Quito en su corazón. “No cambiaría a mi ciudad por nada del mundo”, expresó.

Lo mismo aseguró Arellano, quien por su familia y sus estudios ha vivido siempre en la capital. “No me veo migrando a otro país. Si me dijeran que escoja otra parte para volver a nacer, escogería a Quito sin pensarlo dos veces”, afirmó este joven.

Al final de este alhaja careo, no hubo ganadores, solo anécdotas que dejaron entrever que la Carita de Dios es la capital más bella del mundo.

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