“‘Fabián, no salgas, quédate en casa’, le dije. Hasta ayer estuvimos con el bebé (hijo de la pareja) acompañándolo en su pregón. Díganme que es mentira, que no está muerto”, suplicaba la esposa de uno de los tres hombres asesinados a tiros la noche del jueves 10 de octubre en la calle Azuay, entre la 19 y la 20, en el suroeste de Guayaquil.

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La mujer, llorando en el suelo de la acera frente al Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forenses, era consolada por sus familiares, quienes, al igual que ella, buscaban resignación ante esta tragedia, que también dejó a otras siete personas heridas de bala, entre ellas cuatro mujeres.

Entre las víctimas mortales del ataque, perpetrado por sujetos que llegaron a bordo de un vehículo blanco, fue identificado Jordy Isaías Sevillano Balladares (26 años), quien tenía antecedentes penales por tráfico de drogas en 2016 y tráfico de armas en 2018, además de un proceso judicial por evasión.

En mayo de 2023, Sevillano se fugó del Centro de Rehabilitación Social de Machala, donde cumplía una sentencia de 17 años por tráfico de drogas. Días después, fue detenido junto a otros dos individuos en un operativo policial en el norte de Guayaquil, donde se encontraron armas y municiones en su poder.

Los otros dos fallecidos fueron Drian Manuel Bravo Yánez (29 años) y Fabián Francisco Carrera Lapierre (32).

El padre de uno de los heridos y cuñado de Fabián estaba entre los que consolaban a la viuda. “Mi hijo está estable, gracias a Dios. No sabemos la razón del ataque. A veces es peligroso reunirse en grupo. Por uno pueden pagar todos”, comentó con tristeza.

Una fuente policial reveló que los atacantes dispararon tanto a las personas que estaban afuera como a las que se encontraban dentro de la vivienda. “Dos cuerpos quedaron afuera de la casa. Uno de los heridos también tiene antecedentes penales. Podría tratarse de disputas entre organizaciones criminales”, indicó el investigador.

Los vecinos relataron que varias de las víctimas habían estado reunidas minutos antes del partido de fútbol entre las selecciones de Paraguay y Ecuador, y que al finalizar el encuentro continuaron conversando y bebiendo.

“En la casa donde ocurrió el hecho, suelen reunirse a beber. Eran casi las diez de la noche cuando escuchamos una ráfaga. Al asomarme por la ventana, vi a varias personas tiradas en el piso, ensangrentadas”, contó una moradora, quien pidió no revelar su identidad por temor a represalias”.

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