Clemencia Garboa es un ejemplo viviente de esta entrega desinteresada. A lo largo de su vida, pospuso sueños y aspiraciones para priorizar el cuidado y la crianza de sus hijos.

Ella siempre soñó y le apasionó ser profesora, con su paciencia de formadora. Sin embargo, tomó decisiones apresuradas y se fue “con marido”. No terminó los estudios, quedándose en pausa en cuarto curso del colegio. Después llegaron los hijos y sus prioridades cambiaron radicalmente, dedicándose a cuidarlos.

A eso se sumó que se fue con su familia a vivir a Esmeraldas, en una zona un tanto recóndita. Y a sus 55 años se separó de su esposo y llegaron a su vida dos opciones: superarse o quedarse sumida en la depresión. Escogió lo primero.

Clemencia retomó sus estudios, se graduó en el bachillerato y siguió la universidad, graduándose como licenciada en Ciencias de la Educación.

“El camino no fue fácil, pero no cambiaría nada”. En sus primeros trabajos como maestra fue parte del proyecto de alfabetización para adultos en zonas rurales y de educación especial con niños y adultos con capacidades diferentes. Ama enseñar y ahora lo hace con sus nietos. Ella tiene 69 años.

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