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Ayuda a los indigentes, consumidores y hasta delincuentes.HENRY LAPO

¡El ‘camaleón’ del hampa vive en la capital!

El Quiteño, de 36 años, se agazapa en el bajo mundo de la capital. Convive y deja al descubierto a los delincuentes. También brinda ayuda social.

Martes, 10:00. 22 grados. La empinada calle Rocafuerte, en el centro de Quito, se hace más pesada. Cerca de la cúspide de la vía, en la entrada del mercado de San Roque, uno de los más antiguos de la capital, un hombre de 36 años, apodado el Quiteño, se apuesta al borde de la vereda.

Es el ‘camaleón’ del peligro. Y su nombre lo mantiene en el anonimato por seguridad. Entre indigentes, consumidores, delincuentes, asesinos y también violadores... se camufla para obtener historias y prestar ayuda social.

Con 1,60 metros de altura y casi 60 kilos, cuenta que no es ni fue uno de ellos, refiriéndose a los delincuentes, pero sí conoce el inframundo de la ciudad. Lo recorre hace desde cuatro años. Y durante ese tiempo ha convivido con el peligro, el miedo y también la muerte.

Lo hace porque quiere ayudar al prójimo, al que en verdad lo necesita. Y también porque busca exponer a los malandrines que tienen en zozobra a los capitalinos, agrega el joven. El miedo no lo doblega, pero cuando habla de los niños o adultos mayores, sus ojos se cristalizan y suspira profundo y largo.

Se quiebra

Recuerda la muerte de una anciana de 75 años, a la que ayudó hace poco con víveres, adecuaciones en su vivienda y otros servicios. Ella es una de las casi 50 personas a las que ha provisto de lo necesario para vivir con dignidad. Ahora, al nombrarla se quiebra. Fue violada. Y el paradero de los agresores es desconocido.

Pero su malestar se hace más evidente cuando revive la historia de una niña de 7 años, quien también fue abusada sexualmente por su padre, y quedó huérfana tiempo después, cuando él apuñaló a su progenitora mientras estaba bajo el efecto de las drogas.

“Lo conocí en un recorrido por la Villaflora, en el sur. Me contó todo, pero dijo que se arrepiente de lo que le hizo a su hija. Sobre su mujer no mostró pena. Se sentía más hombre que otros por ese hecho”.

Según la fundación Aldea, en lo que va del año, 89 niños y 189 mayores de 18 años han quedado huérfanos por femicidios. La cifra de recién nacidos aún no ha sido contabilizada.

El sol no da tregua. Es mediodía. Y una hilera de vendedores ambulantes vociferan sus productos, unos más estridentes que otros. Los carros pitan impacientes ante el tráfico que se forma por el comercio y, de un golpe, un lánguido joven desvía la atención de los transeúntes.

La gente lo conoce y sabe cuál es su labor. Pero él no da su nombre.HENRY LAPO

Huye calle abajo, como quien se desliza por una resbaladera: imparable. Tras él, una mujer exasperada grita que le robaron su celular y pide auxilio. Nadie hace nada. Y un par de señoras comentan que esto no es nuevo. Luego, la calma retorna.

Cifras

Según el Observatorio de Convivencia y Seguridad Ciudadana, hasta el 26 de junio de este año en Quito hubo un incremento de los delitos de robos a personas en un 65 %. Además, cien zonas, entre ellas San Roque, La Libertad, La Argelia y otros, son considerados como los de mayor expendio y consumo de alcaloides.

El Quiteño lo sabe bien, y tiene claro cómo funciona el hampa. Porque lo ha vivido desde adentro. Grabando, publicando en sus redes sociales cada hecho irregular y exponiendo también su integridad.

Como hace dos años, cuando fue amenazado de muerte por unos microtraficantes, en Chillogallo, sur de la ciudad.

Cuenta que desde una zona conocida como las canteras, este grupo irregular expendía sustancias ilícitas. Las camuflaba entre matorrales y chozas que había en el sector. Los más afectados eran los jóvenes. Y tras filmarlos en acción, fue ‘capturado’ infraganti.

“Pensé lo peor, pero la gente del barrio me salvó. Con palos y machetes me defendieron. Al final hice algo por el bien de la comunidad. Semanas después, las autoridades desalojaron a esta gente y el barrio regresó a la calma”.

Así nació su apelativo

Hace media década, el joven trabajó en Portoviejo, Manabí, durante un corto tiempo. Durante su estadía, por su acento fue identificado como el Quiteño o el Serrano. Ahí nació el apelativo con el que desde hace cuatro años se ha dado a conocer en el bajo mundo y entre las personas a las que brinda ayuda material o económica.