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Nelson Gálvez se dedica a tallar miniaturas. Ha trabajado como artesano más de dos décadas.Angelo chamba

¡El arquitecto de las miniaturas!

Con 49 años, Nelson Gálvez realiza réplicas enanas, con madera, de sitios patrimoniales y turísticos de la ciudad. Implica muchísimo esfuerzo.

Recorrer el casco colonial de la capital es –para muchos– el momento oportuno para revivir tradiciones, leyendas, costumbres y fortalecer la identidad de los quiteños...

Nelson Gálvez, de 49 años y parte de aquel patrimonio, es el arquitecto de las miniaturas. Lo llaman así por su creatividad y talento. Realiza, con madera MDF, réplicas –de siete a 20 centímetros de largo y alto– de los sitios turísticos y llenos de cultura de la ‘Carita de Dios’.

Con una mochila al hombro y un bolso de yute en la mano, llega todas las mañanas, desde la Ferroviaria Alta, sur de Quito, a la esquina de la calle García Moreno y Mejía, cerquita del Palacio de Carondelet.

Durante 23 años ha trabajado como artesano. Es empírico, dice. Todo lo aprendió a través de tutoriales. Pero afirma que lo suyo, lo que él hace, es amor del bueno por el arte. Y lo demuestra.

Desde hace tres años se ubica en la misma zona, desde las 08:00 hasta las 17:00, de lunes a domingo. Para él no hay descanso. Pese a que la retribución económica no es mucha, confiesa que hace sus manualidades para recuperar la identidad nacional.

“Soy 100 % quiteño. Recreo en madera para que la sociedad reafirme el amor por lo propio... El amor por la cultura lo llevo en la sangre y lo manifiesto a través de mis manos”, manifiesta.

Con un peso de hasta 10 onzas, las miniaturas que más comercializa son la pileta de San Francisco, el vagón 8 del tren Ecuador, la Casa de Sucre, el puente de piedra del Río Machángara, la iglesia de El Belén, el colegio militar Eloy Alfaro, el avión El Telégrafo...

“Todos los días traigo entre 40 y 50 piezas. Algunas armadas y otras las pego aquí, junto al cliente. Mientras tanto, le explico al turista, nacional o extranjero, la historia de la pieza. A simple vista parece algo poco novedoso, pero cuando se enteran de lo que hay detrás de cada una, la cosa cambia y ahí sí compran”, asiente.

La calle García Moreno, en el Centro Histórico, es su lugar de trabajo.Angelo chamba

La curiosidad puede más en Patricio Herrera, quien desacelera su marcha al chocarse con las obras de este artesano.

— ¿Esa es la iglesia de El Belén?, pregunta.

Su sorpresa es notoria. Es la primera vez que conoce el trabajo de Gálvez. “Es espectacular lo que hace con sus manos, se nota que él quiere a nuestras raíces. Se evidencia en la identidad que transmite con sus obras. Yo soy quiteño de corazón y me encanta ver a este tipo de artistas, que son los que mueven a la ciudad. Sus figuras son tal cual a las originales”, añade.

En 1998 fundó, junto a su hermano, el taller artesanal Sin Fronteras, situado en La Ferroviaria. Allí nace el arte.
Dos horas al día estudia la historia ecuatoriana.

Conventos, plazas y otros sitios turísticos de la capital están plasmados en sus obras.Angelo chamba

MAL VALORADO

Para ensamblar cada una de las figuras que exhibe –que pueden costar de 2 a 20 dólares– no solo se necesita tiempo y dedicación, sino paciencia. Según el artista, a pesar de que los turistas han escaseado por la pandemia tiene fe en que su negocio se reactivará.

“Hacer esto es muy complejo, es diseño industrial... pero también sé que debo llevar un pan a la mesa, y ahí es imprescindible el apoyo de la gente y por qué no de las autoridades”, acota.

Aunque la suerte no lo acompaña por el momento –cree–, Nelson sigue con la voluntad inquebrantable y sueña con que las almas que transitan por la zona valoren y aprecien su trabajo algún día. Solo un chance es lo que pide para exponer su creatividad y ganarse unos cuantos centavitos.