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Aitana, la niña que fue comandante de Policía por un día, en Quito
Una carta a papá Noel y la complicidad de su madre hicieron la pequeña se convirtiera en una policía por un día. Era su sueño y se cumplió
"Querido papá noel, de grande quiero ser policía. Por eso te pido que me traigas un uniforme. Me gusta mucho ver cómo ellos ayudan a las personas y cogen a los ladrones...”. Este es un fragmento de la carta que Aitana Ramos, de 6 años, le escribió al rey de la Navidad para que su sueño se hiciera realidad.
Y así fue. En un evento oficial realizado en el Distrito Quitumbe, la pequeña fue condecorada como Comandante General de la Policía por un día.
Bethy Zambrano, mamá de la niña, fue cómplice y ayudó a cumplir el anhelo que durante dos años tenía su hija. Hace dos semanas, ella entregó la carta en una Unidad de Policía, en el sector de la ciudadela Ibarra. Al siguiente día, Aitana tuvo respuesta. Pronto sería un miembro más de la institución.
Con 85 centímetros de estatura, 40 libras de peso, cabello recogido en un moño, labial rojo a media asta, y orgullosa de portar el uniforme policial, sobre todo por la escarapela que lleva su nombre con el grado de coronel, la nueva comandante fue escoltada por dos miniguardaespaldas hasta el patio principal, para su presentación oficial.
Con paso firme, seria y con una mirada chispeante, antes de saludar a la tropa y demás oficiales de las filas, se cuadra presurosa y sin titubeo ante un hombre. Con un solo golpe junta sus botas color azabache y sus pequeños brazos a los costados de su cuerpo.
Mientras coloca la mano derecha sobre su gorra policial, saluda oficialmente al jefe del distrito Quitumbe, Joan Luna, a quien con una inocente voz le dice: “Estoy lista, coronel”.
De repente, su padre Darwin Ramos, quien se apuesta a un costado del sitio, comenta que no le parece extraño ver a su hija vestida de oficial, porque hace un año ya notó en ella ese “temple y carácter que se necesita para esta profesión”.
Recuerda que cuando Aitana cumplió cinco años viajaron a las playas de Crucita, Manabí, para vacacionar. Entonces, mientras jugaban en la arena, la pequeña se percató de un robo del que eran víctimas unos adolescentes.
El primer impulso que tuvo fue correr tras los ladrones, pero su padre lo impidió. “Me dijo: ‘Papi, tenemos que ayudarles. Quiero detenerles y llevarles presos para que dejen de hacer daño a la gente’”.
Después de unos minutos, los uniformados llegaron al sitio y capturaron a los sospechosos, pero la niña seguía inmóvil en el lugar. Según su padre, no quería marcharse hasta que todo acabara. “Ella quería estar pendiente de todo y ver qué pasaba con los delincuentes”, agrega.
08:30. El evento protocolario inicia. La coronel Ramos da su primer discurso y cuando termina hace énfasis en su interés por ayudar a las personas y en su necesidad de capturar a los delincuentes que deambulan por las calles.
“Los ladrones son gente mala. Hacen daño a las personas, roban a los niños y a veces matan a los adultos y los dejan en lugares oscuros. Quiero ayudar a la gente buena”, manifiesta la pequeña.
Media hora después, alista a su equipo de uniformados para salir a las calles y realizar patrullajes preventivos. Dice que no se ríe mucho porque los policías deben ser serios. Pero también dice que este día es el más feliz de su vida y que cuando acabe guardará el uniforme que lleva puesto hasta que sea grande y pueda comprarse uno de verdad.
“Su patrullero está listo, mi comandante”, le dice un uniformado. Uno de los guardaespaldas le abre la puerta. Ella se sube y da la orden de salida.
En su primera parada realiza un registro de rutina a una transeúnte. Se siente emocionada y sonríe. A los pocos minutos finaliza el ‘cacheo’ con un “siga, gracias”.
Por ahora la pequeña Aitana sabe este es un sueño pasajero... hasta que crezca y pueda vivir de cerca la experiencia de ser una oficial de la Policía Nacional.