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Juan Sandoval nació en febrero de 1917 y fue uno de los obreros municipales que ayudó a reconstruir Ambato tras el devastador terremoto, de donde surgió la Fiesta de la Fruta y de las Flores.Yadira Illescas

Don Juan Sandoval cumplió 108 años de historia y amor

Juan Sandoval Chango llegó a los 108 años, un hombre que ha sido testigo de la transformación de Ambato

Si hay alguien que representa la verdadera esencia de la perseverancia, la historia y la comunidad en Ambato, ese es Juan Sandoval Chango, más conocido por todos como Don Juan.

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Hoy, a sus 108 años, es una de esas joyas vivientes que nos recuerdan que la vida no es solo una cuestión de años, sino de actitud, amor y legado. Y, por supuesto, de saber reírse de uno mismo cuando el cuerpo ya no acompaña del todo.

“¿Que si me siento viejo? ¡Claro, pero siempre joven de espíritu!”, dice con una sonrisa pícara, mientras su hija Martha, quien es la que más tiempo pasa con él, se encarga de cuidar esos “achaques” que llegan con la edad, pero que no le impiden moverse solo y seguir siendo el centro de atención en los festejos familiares.

Desde los 10 empezó a 'camellar'

Juan Antonio Sandoval Chango nació el 24 de febrero de 1917, en una Ambato que poco se parece a la ciudad bulliciosa y moderna de hoy.

En sus primeros años, el sol de la ciudad ya calentaba el alma, pero las condiciones eran muy diferentes a las de la actualidad. Don Juan creció en un entorno en el que las responsabilidades llegaban temprano. A los 10 años ya se enfrentaba al mundo laboral, no con miedo, sino con el impulso de ayudar a su familia.

Sus hijos le organizaron la fiesta, recordando su historia y legado.Yadira Illescas

“Desde joven, la vida me enseñó que el trabajo es la base de todo. Mi primer trabajo fue como obrero municipal, picando piedra, y desde ahí no paré. Si uno no hace nada, se queda atrás”, explica, con esa sabiduría que solo los 108 años pueden otorgar.

Pero, más allá de la picada de piedra, Don Juan dejó una huella indeleble en la historia de Ambato. Fue un pilar fundamental en la reconstrucción de la ciudad después del devastador terremoto de 1949; para ese entonces, ya caminaba los 32 años.

Como jefe de trabajadores municipales, su labor no fue solo levantar paredes y techos, sino restaurar la esperanza de un pueblo entero. Cada ladrillo colocado, cada estructura restaurada, llevaba consigo una promesa de que Ambato resurgiría aún más fuerte.

“Para mí, Ambato siempre fue mi casa. Es más, cuando escucho su nombre, siento que aún estoy allí, con mis compañeros, bajo el sol, y levantando la ciudad con mis propias manos”, dice Don Juan, mientras se ajusta las gafas con una tranquilidad digna de su vasta experiencia.

Su dedicación no pasó desapercibida. Fue reconocido por el exalcalde Luis Amoroso, quien le otorgó una medalla en honor a su incansable trabajo.

Celebración por todo lo alto

Juan, junto a dos de sus 20 tataranietos.Yadira Illescas

Y no solo fue un trabajador excepcional; Don Juan también se ganó el cariño de su familia, que el domingo 23 de febrero lo celebró con todo el amor que él siempre ha brindado.

Diez hijos, 33 nietos, 48 bisnietos y 20 tataranietos son prueba de su legado, pero también de su paciencia y habilidad para mantener unida a su familia.

“Es una bendición tenerlos a todos cerca. Cuando te rodeas de tanto cariño, los años parecen volar”, dice, entre risas, mientras se acomoda en su sillón, rodeado de los suyos.

No es para menos. A lo largo de los 70 años que estuvo al servicio del Ilustre Municipio de Ambato, Don Juan fue parte de proyectos que aún se pueden ver hoy en día. Su nombre está grabado en los cimientos de la ciudad, literalmente.

Aunque se jubiló en el año 2000, la ciudad nunca dejó de llevarlo consigo, tal como lo recuerda la placa conmemorativa que le entregaron en su centenario.

“A mí me gustaba ver cómo todo crecía y cambiaba. La ciudad no es solo cemento y ladrillos, es la gente, las costumbres, los recuerdos”, reflexiona, mientras mira a su alrededor con una mirada llena de nostalgia.

Apasionado seguidor del Técnico Universitario y amante de la música tradicional, este hombre demuestra que las pasiones pueden ser tan duraderas como el concreto que él mismo ayudó a erigir.

“Cuando uno tiene pasión por lo que hace, la edad es solo un número”, concluye Don Juan, como quien da la receta para vivir una vida plena, llena de amor, esfuerzo y gratitud.

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