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Opinión

Editorial: La otra vergüenza de las cárceles

Llega el día de visita en las cárceles del país y apuradas madres y padres, abuelas, esposas o hijas hacen largas filas para ver a los suyos. Saben que están ahí dentro porque cometieron algún error con la sociedad y han recibido un castigo, pero eso no quita el amor familiar hacia ellos y por eso los visitan. Hasta ahí todo bien.

Lo curioso viene después, cuando a la hora de ingresar, las mujeres, en especial, pasan por una revisión humillante. Un registro corporal cuestionado pero, aseguran desde el SNAI, como se resume en iniciales al organismo que dirige las prisiones, necesario para evitar el ingreso de cualquier objeto prohibido.

Y ahí es cuando da risa, porque mientras a los familiares de los reos los avergüenzan de esa manera, en sus narices -y quién sabe si quizá con su venia- a las cárceles entra lo que quieran: cervezas, whisky, cigarrillos, droga, celulares, armas de todo tipo -desde pistolas hasta fusiles-, granadas... ¡lo que quieran!

Lo ocurrido en la cárcel de Santo Domingo la semana pasada es un claro ejemplo. ¡Hasta neveras y televisores led querían entrar, y adentro tenían un criadero de cerdos y gallos de pelea!

Y al SNAI ni cosquillas les hace eso. Un operativo de vez en cuando, incautan unos pocos celulares, droga y un par de armas y listo... la fiesta sigue adentro.