Es momento de secarse las lágrimas y seguir adelante. Las crisis que ha enfrentado el país a lo largo de su historia ofrecen lecciones valiosas a todos: en lugar de lamentarse, debemos ver estas situaciones como oportunidades para “vender pañuelos”. Esta perspectiva amplia, que no solo debería ser propia de los emprendedores, es la que las autoridades tienen que asumir en este momento, aprovechando la coyuntura para delinear la ruta de cambio que Ecuador ha necesitado durante décadas.

Con las crisis se toca fondo, y nuestro querido país ya lo ha hecho, en un contexto de altos índices de violencia y apagones como nunca antes se habían visto. Este escenario es propicio para poner en marcha un reenfoque integral del país.

La crisis eléctrica debe ser vista como una oportunidad para tomar medidas contundentes; no algo que se asemeje a la actual ley energética, que si bien permite avanzar en generación, no termina de solucionar los problemas estructurales relacionados con la inversión necesaria.

El desafío es buscar salidas que devuelvan la seguridad y, con ello, la paz y la estabilidad económica. Pero no hay que olvidar los pendientes: la verdadera depuración de la justicia y de las instituciones estatales, la venta del Banco del Pacífico o la erradicación de las mafias que carcomen al IESS y a los hospitales públicos.