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Opinión
Editorial: Nadie está por encima de nadie
Ya sea cuando se comete un crimen o algún accidente donde se perjudica a un tercero, las realidades son distintas cuando se trata del destino final del implicado. Unos corren con mejor suerte que otros, en especial los que tienen la billetera ‘gordita’ de billetes o un ‘padrino’. Como dicen en el barrio, la cárcel es para los pobres.
Muchas de las sentencias que terminan con la encarcelación del acusado pueden cambiarse por medidas sustitutivas, dependiendo de la agilidad del abogado que lo representa y, sobre todo, del dinero que este disponga para cubrir los trámites judiciales que sean necesarios.
La ley siempre inclina su balanza hacia los más vulnerables, incluso hasta cuando estos la hayan quebrantado o irrespetado. Lastimosamente muchos se aprovechan de estas figuras para pasar algunos años desde la comodidad de sus hogares, mientras otros que, por enfermedad o edad, deberían gozar de este derecho, no pueden hacerlo por falta de recursos. Simplemente no hay igualdad.
Hace poco se conoció el caso de un profesor de tercera edad, quien estuvo involucrado en un accidente automovilístico en el que una persona falleció, por lo que guarda prisión en condiciones inhumanas, al contrario de políticos o dirigentes de fútbol corruptos que con triquiñuelas cumplen sus condenas en lujosas casas.
La justicia se representa con una mujer que lleva los ojos vendados -imparcial en sus decisiones- y una balanza que significa el reparto justo. El trato debe ser el mismo para todos, sin padrinazgos ni amarres, porque nadie está por encima de nadie.