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Opinión

Editorial: Metro, un 'vagón' de problemas

Los caóticos primeros días de la operación del Metro de Quito son el resultado de uno de los peores males de la administración pública ecuatoriana: la toma de decisiones inspiradas en el rédito político y no en lo técnico y la planificación.

Lo ocurrido es la consecuencia de muchos años en que la clase política encargada de la administración municipal postergó la toma de decisiones clave para el éxito del Metro por pensar en cálculos electorales. Privilegió, además, el encargo de las tareas técnicas a amigos y conocidos antes que a profesionales conocedores de este complejo sistema de transporte.

El resultado está ahí: luego de varios años de atraso no había siquiera un sistema de recaudo listo para atender a los pasajeros. Tampoco está negociado con los transportistas el sistema de recaudo integrado que es el corazón de la operación. El Metro aún no tiene el sistema para que funcionen los celulares ni wifi ni un sistema de emergencia integrado con bomberos y Policía. Y lo más grave: hasta ahora no se ha probado la Marcha Blanca, que es la puesta en marcha de la operación, sin pasajeros, de todos los trenes y los sistemas integrados simultáneamente, lo que según los técnicos toma entre 6 y 9 meses.

Por montar un show político se ha puesto en riesgo el futuro del proyecto.