Todo está podrido en este país. Dondequiera que se presiona, brota la pus de la corrupción, pero cuando se trata de aplicar la justicia, esta solo recae sobre los más ‘giles’, mientras que los ‘peces gordos’ siguen impunes, moviéndose libremente dentro y fuera de Ecuador.

No sorprende ya que se revelen escandalosos casos como el de ‘Plaga’, donde un exfuncionario del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de la Libertad (SNAI) ha destapado un sistema de corrupción desenfrenado. Este organismo, creado para mejorar la gestión de los reclusos, ha servido en realidad para facilitar los ‘recreos’ de los internos en las cárceles. La revelación de la falsificación de certificados médicos para personas con VIH, la creación de códigos QR para boletas de excarcelación y el envío de sentencias falsas que simulaban ser de la Función Judicial, demuestra la magnitud de la corrupción. Este entramado criminal permitía que jueces otorgaran medidas cautelares y acciones de protección para liberar reos.

Los ecuatorianos están tan desilusionados que cualquier anuncio de reforma profunda y compromiso serio para transformar al SNAI en una entidad efectiva y justa resulta difícil de creer. La gente ya no ‘come esos cuentos’.