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Opinión
Editorial: No aprendimos la lección del 2016
La inexistente preparación de la población ecuatoriana ante los sismos y otros desastres naturales se reafirma cada vez que tiembla la tierra o cuando ocurren deslaves e inundaciones, porque la desesperación se impone a la calma, con el grave riesgo de que sean más los muertos por las carreras despavoridas que por los propios fenómenos naturales.
Pronto se han olvidado las lecciones del terremoto de abril de 2016, luego del cual se hicieron cambios en las normas de construcción y sismorresistencia de los inmuebles y se dispuso una periódica preparación de la población.
El nivel de reacción de las autoridades y de los ciudadanos ante el sismo del sábado dejó al descubierto que es muy poco lo aprendido y mucho lo que nos falta para estar al nivel de otros países como Chile y México, e incluso del mismo Perú, que como Ecuador están en el cinturón de fuego del Pacífico, afectados por el periódico proceso natural del movimiento de las placas de Nazca y Sudamericana.
La debilidad de las construcciones es tan alta como la falta de preparación de la población, pues todos han olvidado tener las mochilas de emergencia a la mano y ejecutar simulacros en las instituciones, empresas y escuelas. Ni las autoridades ni los ciudadanos pueden olvidar lo fundamental para vivir con más tranquilidad en una zona de alto riesgo sísmico.