La incómoda derrota electoral sufrida el pasado domingo por el presidente Guillermo Lasso con su consulta popular, que recibió un NO en sus 8 preguntas, sigue mostrando la falta de una política clara para enfrentar los problemas cuando se deben y cómo se deben.

El llamado a la unificación tardía, luego de que los números no le favorecieran en las urnas, fue un primer manotazo de ahogado. No le sirvió. Los viejos aliados se abrieron y el rival al que tanto temía ganó tanta fuerza que hasta le pidió adelantar las próximas elecciones presidenciales.

Vino entonces otra acción desesperada. Poner a la luz de todos los nombres de jueces a los que considera corruptos para, con ello, demostrar que sí está preocupado por la forma en que se lleva la justicia en nuestro país. ¿Pero por qué demoró tanto para dar los nombres? ¿Por qué demostrar recién que se habría favorecido a peligrosos criminales y entorpecido el trabajo de las fuerzas del orden, si esto es algo que públicamente se viene diciendo desde hace años?

La falta de una estrategia política puede echar abajo cualquier buena intención de limpiar la justicia. Señor presidente, no mezcle las cosas. No haga de la justicia un bien político. Que se investigue el accionar de esos jueces, sí, pero con total independencia. Sin presiones ni revanchas.