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Opinión

Editorial: Independencia fiscal

El país le dijo NO en las urnas a un trabajo de la Fiscalía un poco más independiente. Si la pregunta estuvo mal planteada, era confusa o si no fue el momento adecuado para traer este tema a decisión de la opinión pública, son aspectos debatibles. Sin embargo, sobre la esencia existe prácticamente un consenso: la Fiscalía debe ejecutar un trabajo sin importar las presiones políticas o de dondequiera que vengan, incluso de las agendas propias. Debe ser verdaderamente independiente. Bajar los brazos en ese cometido sería un grave error. 

La Fiscalía debe asimismo manejar su propio cuerpo de policías e investigadores para no depender de los que el Ejecutivo -que eventualmente también puede ser investigado- les ceda. Claro está, sin que este se convierta en un cuerpo de choque a modo de una pandilla al servicio del fiscal general de turno.

Suena bonito cuando se lee en la Constitución y la ley que una institución goza de autonomía e independencia, pero si esta no se ejerce pensando en el bienestar colectivo, es letra muerta. Si esta no la siente el ciudadano de a pie, simplemente tal autonomía no existe. La Fiscalía tiene muchas cadenas que romper, empezando casa adentro. Una vez rotas, hay que pensar seriamente a quién se le entrega esa responsabilidad.

Sin un fiscal independiente, difícilmente habrá una Fiscalía independiente.