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Opinión

Editorial: Hay que ajustarse los pantalones

Cuando recorremos a pie o en auto Guayaquil, es notorio el crecimiento de actividades informales con fines de lucro que se desarrollan dentro de la urbe porteña. Y ahora con la llegada de inmigrantes la situación se ha disparado de manera particular, ya que no solo los encontramos en la zona comercial, sino también en zonas residenciales en busca de una moneda para poder ‘parar la olla’.

Desde ventas de comidas en locales, carretas o de manera ambulante ofreciendo algún artilugio, servicio, la informalidad ha desatado una ola de oportunidades para los menos favorecidos y a su vez ha servido como camuflaje para los pillos y ladronzuelos que quieren pescar a río revuelto cualquier ‘cosita’ haciendo uso de la violencia.

Los semáforos se han transformado en un mercadillo donde se pueden encontrar desde accesorios tecnológicos hasta servicios de limpiaparabrisas que en muchas ocasiones obligan al conductor a pagar por algo que no han solicitado. A pesar de la negatividad, los chicos de ‘limpieza’ arremeten en reiteradas ocasiones de manera violenta y con insultos exigiendo el pago por limpieza.

La inseguridad y violencia en Guayaquil están cada vez más incontrolables y la ausencia de agentes de control es evidente y preocupante. Nuestra ciudad está siendo mal vista por otros países inclusive sugiriendo a sus compatriotas que no se circule por algunas zonas de alta peligrosidad. Es hora de amarrarse bien los pantalones y tomar acciones de inmediato que hagan sentir que existe una autoridad que todo lo sabe y que todo lo ve dispuesta a no tolerar cualquier acto de indisciplina o inmoralidad.