No causó mayor sorpresa el hecho de que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunciara al mundo que el poderoso país que preside abandona la Organización Mundial de la Salud a la que se pertenece desde que esta institución se constituyera. Y es que el mandatario norteamericano en primer lugar había criticado a los altos funcionarios de la OMS de estar favoreciendo, en sus trámites y en su política administrativa, a la China, otra de las súper potencias con las cuales el gobierno de Washington ha venido manteniendo una creciente distancia, a manera de una nueva “guerra fría”, con intereses de rivalidad comercial y política. Pocas semanas después Trump lanzó otra violenta crítica contra la organización de la salud al afirmar que esta cumplía un manejo ineficiente para hacer frente a la pandemia del coronavirus, lo que se probaba con el alto número de víctimas que se han venido dando sobre todo en Estados Unidos y después en Europa y América, especialmente en Italia y Brasil.

La salida norteamericana de la OMS significa la pérdida de un importante como preocupante porcentaje de fondos dentro de su presupuesto, ya que la merma es de 15 millones de dólares. Se espera, entonces, que Washington destine dicha cantidad a un objetivo primordial del momento como es la lucha contra la tan mortífera pandemia del COVID-19.