Cuando acudimos a las urnas en las últimas elecciones presidenciales sabíamos que cualquiera de los candidatos que saliera electo tendría una dura tarea por cumplir, no solo por la difícil situación económica por la que atravesaba el país a consecuencia del coronavirus, sino también porque heredaba de gobiernos anteriores deudas y situaciones de corrupción que les iba a tocar resolver sobre la marcha.

Planificar una nueva estrategia de gobierno con la iliquidez fiscal por la que está pasando el país no iba a ser fácil. Tocaba hacer reajustes y estaba claro que más de uno se iba a sentir perjudicado. Y temas complicados como el desempleo, crisis hospitalaria, económica, entre otras, no se iban a resolver en un abrir y cerrar de ojos. A veces el ecuatoriano cree que se ha elegido como presidente a un mago, que va a sacar de su sombrero mágico la solución de todos los problemas y así tener felices a todos.

Y las manifestaciones se veían venir, con Lasso, Pérez, Aráuz, Hervas, con quien hubiese salido electo posiblemente la situación sería la misma. Porque no se trata únicamente del plan de gobierno trazado, sino de todos los trapos sucios que se heredó de mandatarios anteriores que no permiten seguir adelante. Es un trabajo de hormiga el que se debe hacer para levantar al país y costará tiempo, esfuerzo y sacrificio. Los paros no hacen otra cosa que fregar nuestra economía, el pueblo necesita trabajar y producir para poder llevar el pan a sus hogares, el bloquear al país no trae nada bueno.