Exclusivo
Deportes
El "sí se puede" retumbó en la final de la Copa Sudamericana
Alrededor de 2.000 mil hinchas de Independiente del Valle se hicieron escuchar en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba, Argentina.
El ¡Sí se puede! retumbó en el estadio Mario Alberto Kempes. El partido no acababa y los jugadores ya tiraban agua por todos lados en señal de celebración. Y es que todos festejaban, así como los futbolistas, en las gradas los pocos hinchas que llegaron a Argentina eran los únicos que se escuchaban.
Con lágrimas, aficionados y jugadores se unieron. En la tribuna eran menos de 2.000 aficionados rayados, pero su voz se escuchó hasta Sangolquí. El árbitro finalizó el partido y el "olé, olé, olé, olé Campeón" fue como un himno.
Con nervios a flor de piel se vivió la consecución del bicampeonato. Eso que las cámaras no enfocaron. Las manos sudaron y el corazón palpitó más de lo normal antes que inicie el partido.
Los primeros minutos pasaron muy rápido hasta que a los 13' el festejo estalló. Los jugadores corrieron a abrazarse entre sí. En la banca de suplentes, Marín Anselmi fue el que más gritó, algo que apreció un bálsamo a la ansiedad que se notaba estaba viviendo.
En la tribuna Gasparini, los hinchas vivieron su propia fiesta. Brincaron y se felicitaron incluso hasta entre quienes no se conocían. Fue tan tempranero el tanto que algunos habían podido ingresar recién al estadio y se llevaron la sorpresa.
Los minutos transcurrían y el cuadro paulista empezó a tomar el control del juego, pero nada pasó. Los primero 45 minutos terminaron y Martin Anselmi fue uno de los primeros en acercarse a sus jugadores para arengarlos mientras se dirigían hacia los camerinos.
Ya en el tiempo de complemento, casi al inicio, una gran atajada de Ramírez levantó a todos de sus asientos. Todo parecía indicar que Sao Paulo estaba cada vez más cerca de empatar el partido y el estratega argentino se desesperaba en la banca, mandaba a los suplentes a realizar labores de calentamiento y solo le faltaba comerse las uñas.
Cuando parecía que se podía venir el 1-1 llegó el gol que selló la victoria. En las gradas todos se volvieron locos. Se abrazaron entre desconocidos, tiraron bebidas por todos lados y otros se emocionaron hasta las lágrimas. En la banca, los jugadores ya empezaban a gritar campeones y ver el reloj para que el sueño se consolide. Y así terminó. El sí se puede retumbó en una sola zona del estadio. Independiente volvía a ser campeón de la Copa Sudamericana.