Tras una intensa ‘labia’ y diversos juegos de seducción, se crea el ambiente ideal para lo que sería el resultado de la conquista: el sexo. En general, cuando una mujer se quita la ropa y revela lo que lleva debajo de la cintura, suele lucir su erótica lencería; mientras que cuando el hombre se desviste, a menudo expone un calzoncillo ‘huequeado’ y aguado. Según expertos, este contraste es relevante en el ‘pre-cuerpeo’.

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El médico sexólogo Edison Pazmiño explica que “por tradición, por estereotipos, por lo que dice la mejor amiga, por moda, etcétera”, las mujeres tienen estándares de belleza diferentes a los hombres, pues el no estar muy arregladas puede hacerlas menos atractivas para el género opuesto.

Pazmiño aclara que esta diferencia se debe a una perspectiva biológica. Los hombres tienden a ser más estimulados sexualmente por la visión, mientras que las mujeres responden con más intensidad a otros estímulos.

“Las mujeres se dejan seducir por el tono de voz del caballero y por el olfato. De hecho, hay estudios que muestran que las mujeres tienen un olfato más desarrollado que los hombres. De ahí la importancia de que el hombre use una loción o tenga un aroma característico que pueda resultar seductor”, aconseja el médico.

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Héctor Chávez, sexólogo y terapeuta de parejas, coincide con Pazmiño en cuanto a que este tema parte de una condición biológica, dado que los hombres son más visuales y las mujeres más auditivas. Y agrega: “De ahí surge la característica de que, al momento de conquistar, los hombres mienten porque las mujeres son auditivas, mientras que las mujeres se maquillan porque los hombres son visuales”.

No obstante, más allá de la biología, Chávez sugiere que tanto hombres como mujeres deben preocuparse por su apariencia física y su higiene, pues aunque la ropa interior de los hombres se resuma a calzoncillo y bividí, arreglarse ayuda a tener una mejor imagen de uno mismo y un autoconcepto más positivo, lo cual mejora la autoestima. Y esto se refleja tanto a nivel personal como de pareja.

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