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Buena Vida

La presentadora de TV comparte su tiempo entre el activismo y su carrera.Cortesía

Ana María Suárez, el ángel de los 'peludos'

La presentadora de Ecuador TV es amante de los animales. Se ha organizado para rescatarlos y cuidarlos, mientras cumple con su trabajo como periodista. Su familia la apoya y ayuda en todo lo que necesita.

A la periodista Ana María Suárez el corazón le ‘estalla’ de alegría cada vez que recuerda las vidas que ha transformado con su activismo. Desde que era niña descubrió su amor por los animales y hoy, a sus 34 años, ha perdido la cuenta de los rescates en los que ha participado. Todas estas acciones ha sabido conjugarlas con la actividad profesional y confiesa que es su familia uno de los motores más importantes para continuar con su labor.

Es una apasionada por la naturaleza, le gusta el deporte y comer sano. Por el momento está soltera, pero sabe que la persona que llegue a su vida deberá compartir su inmenso amor por los animales.

En entrevista con DOMINGUERO, la comunicadora cuenta los retos que enfrenta día a día para seguir con el activismo y el papel que juegan su familia y el periodismo a la hora de cambiar la vida de un perro.

¿Cómo comenzó su amor por los animales?

Desde siempre. Viví mi infancia en el Oriente, en el Puyo, por el trabajo de mis papás. Tengo lindísimos recuerdos, rodeada de animalitos, muchos perros en casa. Mi mamá los ama y para mí también empezó ese amor profundo, el respeto. Esa idea de plantear soluciones al duro escenario que atraviesan.

¿Quiénes integran su familia?

Mi papá, mi mamá. Somos tres hermanos. Soy la menor. Mi hermana es mi mejor amiga, mi cómplice. Ella es mi compañera en los rescates, en las campañas de vacunación y alimentación.

¿Cómo supo que quería seguir el camino de la comunicación?

Estaba por acabar la secundaria y me gustaba escribir historias, me encantaba la fotografía y tenía tendencia al periodismo. Quería contar los hechos más sencillos, estar ahí sentada, en primera fila. Creo que no me equivoqué, esta profesión me ha dado muchas satisfacciones. Encontré en el periodismo una herramienta para servir a la gente, transformar vidas, llegar a sus conciencias y a sus corazones.

Mencionó que le gustaba escribir, ¿por qué se decidió por la televisión?

Mi primera experiencia fue en televisión. Me salió una pasantía en TC y se convirtió en mi primera casa. Estuve allí por muchos años y me hubiera quedado de largo, pero tuve que renunciar por situaciones personales. Para mí la televisión es un medio de gran penetración en la gente, es capaz de transformar vidas.

¿Cómo se siente al ser reconocida por la gente?

No he sentido esa fama, entre comillas, porque esto te priva de la libertad de salir a la calle tranquila. Sí me he encontrado con gente que me reconoce y que ha logrado ver mi acción con los animales. Personas que me escriben y he podido dejar un mensaje en ellos: que no compren, que adopten. Es dejar una semilla.

¿Cuál es su método para lograr un equilibrio entre su trabajo y los rescates?

Me encantaría dedicarle todo mi tiempo al activismo. He pensado muchas veces dejar todo y hacerlo porque la situación de los animales abandonados se ha salido de las manos de las autoridades, se ha convertido en una problemática de salud pública.

¿Cómo ha logrado llegar a la gente con su mensaje?

Aprovecho las redes sociales para compartir lo que hago. Hemos formado una red muy interesante con distribuidores de alimentos que nos dan la comida a un precio especial para llenar las pancitas de manadas de 60 perritos. También nos ayuda una persona con las peluquerías, la primera no nos cobra y un grupo de veterinarios. No soy una fundación y no pienso serlo, porque para mí la solución es la educación y la esterilización.

La joven es amante de los animales y se dedica a ayudarlos.Cortesía

Familia con corazón de oro

¿Su familia la apoya con lo de los animalitos?

Al cien por ciento. Me acompañan a hacer un montón de cosas, que sola serían imposibles. Cuando nos avisan de un rescate en la noche, mi sobrina me dice vamos, te alumbro. Cuando están atropellados, mi ñaña se baja con la cobija, les coge (...). No puedo verlos así, por eso no me hice veterinaria. Mi hermana es la ‘dura’ del equipo.

¿Hubo algún momento en el que sus papis le dijeron ya no traigas más perros?

Sí, eso pasa siempre. Pero creo que entienden que no se van a quedar definitivamente, que es temporal. Cuando llegamos los dejamos en un cuarto que tenemos en la terraza, porque no podemos poner en riesgo a los demás perritos, sobre todo hasta saber que están sanos. Y muchas veces al día siguiente, pese a que mi mami ha dicho que no llevemos más perros, es la primera en tenerlos en brazos.

¿Cuántas vidas de perritos ha cambiado?

Para redondear tal vez unos 50, aunque en realidad no he llevado la cuenta. Estaba tratando de hacer un registro con sus fotos de antes y después. Además, hacemos seguimiento.

¿Les pone nombre a todos los animalitos que rescata?

Sí, siempre, aunque luego sus adoptantes les cambien. Hace dos años rescatamos a Frijolito, en Riobamba. Vivía en una terraza, le lanzaban fundas de sobras para que él las abra. La fundación Camino a Casa nos apoyó. Estuvo con una familia hermosa en un hogar temporal y en dos semanas lo entregaremos a su familia (...). Nos preguntaron si podríamos cambiarle el nombre y le dijimos que sí.

¿Cuál ha sido el caso que más le ha impactado?

Creo que la historia de Constantino. Su historia fue muy conocida en redes. Lo encontré afuera de una papelería en el sur de Quito. Del canal íbamos a llevar un regalo a una familia y no se me hizo correcto entregarlo sin tarjeta. Constantino agonizaba afuera de la papelería sin que nadie se condoliera de él. Tuvo un tratamiento larguísimo. Ahora lleva seis años viviendo con mi ñaña.

¿Su labor solo beneficia a los animalitos o también a las personas?

Creo que quien se conduele de un animalito es capaz de condolerse de un niño o de cualquier persona. Es parte de la convivencia armónica. Tal vez la gente pueda decir, ella es loca o fanática, pero siento que estoy haciendo algo. Hay que ser empáticos y respetuosos.

¿La pandemia frenó su labor?

Cuando nos confinaron seguíamos saliendo a las jornadas de alimentación. La pandemia hizo más crítica la situación de abandono, porque ya no había ni comida que ellos (perros) pudieran comer de los basureros (...). Nos topamos con una mujer que tenía 15 perritos, pero los tenía en buenas condiciones, aunque a veces no tenía ni un plato para su propia mesa.

¿Qué hizo por ella y sus mascotas?

Dimos con ella y con otras familias en el sur de Quito en condiciones similares. Les llevamos pepitas (comida para perros), esterilizamos a todos y creamos una linda comunidad porque la gente también aprendió el trato que se les debe dar a los animales. Al principio la señora los tenía amarrados porque se peleaban. Ahora tiene 6 perros y tres gatos (...). Hoy su casa está más limpia, su vida se transformó.

Proyectos y aficiones

¿Cuáles son sus proyectos a futuro?

Por el momento no tengo pareja, pero quien llegue a mi vida sabe a lo que se enfrenta. Vengo con mis animales, si me acepta a mí, yo también a él. Tengo planes de continuar viajando, haciendo turismo; me encanta ir a esos países en los que no veo animalitos en las calles y aprender cómo lo hicieron. En Australia hay un santuario que quisiera conocer. Allí van los animales salvados de experimentos.

¿Es decir que continuará con el activismo?

Siempre, me veo con ellos, rescatándolos. Llevándolos a un lugar de acogida temporal; quisiera que ese sueño se cristalice. Mi mami muere por tener una especie de albergue.

¿Qué otras actividades realiza?

Me gusta el deporte, más allá de verse bien, lo practico por salud, cómo un hábito. No tengo un deporte en específico, pero me gusta caminar e ir al gimnasio.

¿Se cuida en las comidas?

Me gusta cocinar y comer muy sano. Mi platillo favorito es el tallarín. Como muchos activistas quisiera ser vegetariana, pero por ahora no lo he logrado. Este es un proceso que debe llevarse de la mano de un médico (...). No como carne, ni cerdo, lo que no he podido dejar es el pollo. Aunque no descarto la opción de hacerlo en algún momento. Uno tiene que ser coherente con sus principios.

Muchos de los rescatados han encontrado hogar entre los familiares de Ana María.Cortesía

Más de ella...

Tiene dos perros rescatados. Flicka, salvada de un basurero en Quito, y Bull.

Ella se encarga de cuidarlos y alimentarlos. No porque sus padres no quieran, sino porque no quiere cargarlos con esa responsabilidad, por su edad.

Una guardería los recoge en las mañanas y se encarga de sus paseos.

Toda la familia de Ana María (tíos, primos y demás) ha adoptado a uno de sus rescatados.